El Camino #10: Siguiendo las huellas del Quijote

‘Érase una vez un caminante buscando aventuras…’

Este nuevo capítulo peregrino va dedicado a la ruta de Don Quijote en honor al día de Sant Jordi o el día del libro, día en que se celebra la literatura y se entrega el premio Cervantes.

Hoy querría recordar mis aventuras por algunas de sus variantes que hice a lo largo de los años. Aunque muchos no lo sepan, se trata de un itinerario cultural europeo de gran importancia (como el camino de Santiago). Eso sí, menos transitado que la peregrinación al Santo.

Por ejemplo, si recorréis la ruta desde la localidad de Esquivias, podréis ves otra casa-museo de Cervantes (¡y no es la de Alcalá de Henares!), una casona del siglo XVI en la que él vivió los primeros años de su matrimonio con Catalina de Palacios.

También es interesante conocer otras etapas por la provincia de Cuenca (más concretamente por la localidad santiaguista de Uclés). Afortunadamente servidor pudo recorrer estos puntos desperdigados por la geografía manchega en bicicleta pese a la dificultad de la empresa… ¡viva las aventuras con alforjas!

Otro lugar de visita recomendada, además de Toledo o los molinos (o monstruos), es Ossa de Montiel, ya sea por la célebre cueva de Montesinos o su cercanía al Parque Nacional de las Lagunas de Ruidera.

Puede que a muchos les llame la atención lo siguiente pero varias partes de esta novela de caballería recuerdan hechos mitológicos o fantásticos. Por ejemplo, cuando al hidalgo se le aparece Merlín en las profundidades de la cueva de Montesinos. La historia recuerda que el mago al ver cómo lloraban desconsoladamente Ruidera, sus hijas y sus sobrinas decidió convertirlas en lagunas (como la de la siguiente imagen).

Laguna Redondilla

De vuelta al Rey Arturo y sus historias caballerescas ¿se nota que lo tuve que estudiar en la universidad? De leer tantas aventuras uno aprende y puede decidir seguir los pasos del caballero, como quiso hacer el Don Quijote imitando a Amadís de Gaula.

Pueden parecer absurdas estas historias de búsquedas, héroes, amores y damiselas en apuros que salvar pero lo que nadie podrá negar es que forman parte de nuestro ADN. Además, estos parajes tan de western son tan bellos que quitan el hipo. Me marcho ya a nuevas aventuras, mientras tanto disfrutad de la banda francesa Moriarty.

All roads lead to roam with the buffaloes

1B xoxo

El Camino #8: Emulando la leyenda del Cid

Bienaventuradas sean vuesas mercedes,

Van a hacer 10 años de mi primera experiencia en el camino. ¿Qué mejor que empezar algo nuevo? En esta ocasión, descubriendo el itinerario del Cid en bici (como ya hice desde Uclés).

Un nuevo desafío con más de 2.000 kms de recorrido que recuerda las aventuras del caballero castellano del siglo XI y el poema épico ‘El Cantar del Mío Cid’ (narrando su destierro por Aragón y el Levante, hasta su muerte allá por 1099 en Valencia).

La leyenda del Cid Campeador ha marcado la historia de España y ha influenciado a generaciones posteriores como es el caso del poeta español Manuel Machado con su poema ‘Castilla’.

La variante que realicé para estrenarme fue el ramal de Alvar Fáñez, deleitándome con la Alcarria y el valle del río Badiel, el cual viene mencionado en la tirada 23 de dicho cantar. Según éste llegaron hasta Alcalá de Henares, como podéis leer a continuación:


Toda la noche emboscados el Cid y los suyos pasan,
que así se lo aconsejó Álvar Fáñez de Minaya.
«Cid Campeador que en buena hora ceñiste la espada,
ya que a Castejón tenemos tendida buena celada,

vos os quedaréis aquí con cien hombres a la zaga
y yo haré una correría con doscientos en vanguardia;
con Dios y con vuestra suerte será la empresa ganada.»


Díjole el Campeador: «Muy bien hablaste, Minaya.
Corred la tierra sin miedo, por valor no quede nada. ~
Hasta más abajo de Hita llegad, y a Guadalajara
hasta la misma Alcalá acérquense las vanguardias,
la riqueza de esa tierra que de botín se la traigan
y que por miedo a los moros no vayan a dejar nada.
Y con los otros cien hombres me quedaré aquí a la zaga;
de amparo nos servirá Castejón, por mí guardada.
Si a los que corréis la tierra alguna cosa os pasa
un aviso mandaréis en seguida a retaguardia.
Del socorro que os lleve se ha de hablar en toda España».’

El punto de salida fue la localidad de Castejón de Henares, con una subida al estilo cronoescalada para ir calentando motores. Alguno que otro ya habría puesto pie a tierra con ese comienzo. Lo que seguía era precioso, disfrutando del sol en la meseta.

La parte inicial fue bastante tranquila, por carreteras comarcales donde apenas me encontré con algún tractor, pero he de reconocer que hacía mucho viento y que a veces la bicicleta podía dar alguna sorpresa con los malditos abanicos (en la jerga ciclista es como llamamos a las rachas de viento que vienen de costado y pueden sacarte de la calzada).

En este camino, así como en el de Santiago, hay que ir sellando el salvoconducto en los puntos que están habilitados para ello en algunas localidades por la que pasa (ya sea en ayuntamientos, bares, oficinas de turismo, pensiones u hoteles, lo que buenamente haya). No en todas, aviso, puede que encontréis muchos de éstos cerrados. C’est la vie!

La belleza del trazado era innegable, atravesando lugares como Valdearenas con las ruinas de su antigua iglesia o los parajes excavados por la erosión en el valle (y eso que estamos con la sequía). También aproveché para tomar una instantánea a mi jabata con la silueta del torito de Osborne (typical spanish!).

También cabe decir que muchos de los municipios no contaban con los servicios abiertos (el alcalde en su casa en vez de en el ayuntamiento, bares cerrados, etc.). Así difícil planificar la ruta y las paradas para sellar. Algo parecido me sucedió en Hita, ciudad que se erigía cual atalaya castellana. El museo sobre el arcipreste que lleva su nombre, autor del famoso ‘Libro de buen amor’ estaba cerrado y únicamente abría para un grupo de turistas que venían en un bus a las 4. No podía esperar tanto así que afortunadamente sellé en el consistorio (lo cual agradezco porque la solana ya empezaba a notarse).

El último tramo entre Hita y Guadalajara pasa por carreteras autonómicas con más tráfico. Hay que tener más cuidado con los camiones que pueden dar algún susto que otro. Tras atravesar Torre del Burgo y Tórtola de Henares, se llega al final de la etapa pasando junto a la autovía A-2 y entrando a la ciudad guadalajareña (con la parada obligada en el torreón que lleva el nombre del lugarteniente Alvar Fáñez).

Con tanto vendaval y a tanta velocidad, os confieso que a veces uno podía imaginarse flotando sobre el asfalto, como diría Miss Caffeina. Y a decir verdad la ruta se pasó volando, tendré que regresar a hacer otras vertientes del Cid.

‘¡Mira cómo floto! ¡Mira cómo vuelo!
¡Mira cómo avanzo! Valiente, dejándolo todo atrás’

¡Vayan con Dios!

1B xoxo

El Camino #6: Retorno Uclesiano

¡Buenos días y buen camino!

Esta entrada me gustaría dedicarla a un camino que hice recientemente y que ha sido una prueba de superación (¿y cuál no lo es?). En esta ocasión me animé a realizar el Camino Santiaguista de Uclés, ergo, montar en bici desde Uclés a Madrid. Se le podría llamar el camino de Uclés 2.0, el regreso al camino que hice años atrás hasta los montes de Cuenca.

Era una espinita que tenía clavada y que al final he hecho con mi ‘nueva’ bicicleta: una BH Olympic de carretera de los años 80 de acero (eso sí, restaurada). De ésas que aguantan todo, como los Nokia de los 2000… ¿Quién dijo obsolescencia programada? jaja

Se podría decir que en esta ocasión podía asemejarse a una penitencia. No siempre se anima uno a cubrir cientos de kilómetros en plena ola de calor con temperaturas de más de 40 grados. Ya por todos es conocido que la Mancha es conocida por su frescor, ironía incoming.

En resumen, me tocó superar mis límites (eso sí, yendo siempre con cuidado e hidratándome a menudo). Ya había esperado bastante para volver al camino tras inundaciones, pandemia, etc. Una cosa estaba clara: no pensaba volver a posponerlo de nuevo.

La salida desde el monasterio de Uclés fue tranquila a la par de técnica (tocaba ir con mil ojos y percatarse de las partes de los senderos con terreno más compacto así como evitar las piedras que pudiesen hacer que pinchase las ruedas). Este problema se multiplica si, como servidor, vas con ruedas mixtas (pero finas) de carretera. Da igual que sean Schwalbe Marathon, en medio del campo cualquiera puede tener un pinchazo y el calor no era un buen aliado para mis cubiertas.

Pese a salir por la mañana (con la idea de no tener que hacer muchos kilómetros con la solana encima), tocó rodar entre caminos y carreteras secundarias bajo un sol de justicia. Tocaba aprovechar las fuentes y la poca sombra que encontraba.

Panorámica desde las alturas de Cuenca

Entre las novedades que os puedo contar, ver el trébol de Elidio o la nueva área de descanso junto al Bosque de los Peregrinos al estilo del bosque pintado de Oma. Se ve que Manuel Rossi, su creador se lo ha currado y mucho (y eso es de agradecer). Y si no, mirad el paso internacional bajo la carretera a la salida del pueblo conquense de Huelves ¡Menudo trabajazo!

La subida al Pelegrín picó tanto como la otra vez y tuve que poner pie a tierra. Los neumáticos patinaban y la seguridad es lo primero. Luego, junto a la cruz, un respiro y a admirar el paisaje.

Después de almorzar en Barajas de Melo tocaba continuar la ruta (con contratiempos como sitios donde sellar que no estaban abiertos). Ante estos problemillas uno ha de actuar y no quedarse quieto, pasar a otro pueblo o ver otras opciones.

Y esto me pasó más de una vez, se nota que en verano los horarios son más laxos. Por suerte, lo que nunca cierra es el camino en sí. Tocó remontar la vía verde de los 40 días desde Estremera y subir hasta Carabaña (¡y más sitios cerrados!). Imaginaos que no encontráis un albergue o que pincháis una rueda. Hay que aprovechar cada descanso y cada sombra, como bien hice en los túneles hacia Estremera.

Tras un refrigerio, había que pasar por Tielmes y recorrer la vía del Tajuña (la huerta madrileña) hasta Perales del Tajuña, donde me esperaban Ana y Virginia con su gatita Carolina en la Casita de Peregrinos (unos soles). Ojalá hubiese más hospitaleros/as como ellas.

Ya iba teniendo las piernas algo cansadas pero tocaba rodar con una meta: llegar a Morata para disfrutar de mi merecido desayuno de campeones, sus famosísimas palmeritas (una con chocolate fino y otra con fondant más grueso)… ¡Un delicioso manjar!

Tras el madrugón y esa exquisitez, era el turno de ascender por la última parte de la vía verde del Tajuña pasando por la antigua estación de Cornacabra, la cual cumplió con su función de transporte de personas y mercancías hasta bien entrada la década de los años cincuenta.

Coronada la ascensión junto a una cementera (ahí estoy, celebrando victorioso llegar a la cima con mi maillot de Otero), ya únicamente quedaba descender relajado a Arganda del Rey, tierra de recortadores. Tras la localidad de la Poveda, opté por ir por un desvío y atravesar el antiguo puente de la N-III para llegar a Rivas. Me encanta la experiencia de realizar un camino distinto e imprevisto. Ya os he narrado otras aventuras como mi inesperado epílogo a Fisterra o el cambio de camino del Norte al Inglés. A explorar se ha dicho, como Indiana Jones, y hacer el camino tuyo.

Poco quedaba ya hasta Madrid, o eso pensaba, pero el calor empezó a pegar de lo lindo. Era el momento de la épica emulando a Don Quijote y Sancho con las trincheras de la Guerra Civil (o de los maquis, según a quien preguntéis) como escenario de fondo o en la foto, la cueva de la Bruja antes de llegar al río Manzanares.

Me está quedando un relato un poco largo, lo sé y lo lamento, pero detallado también. Una vez veía que estaba llegando a la capital, una cosa estaba clara, me esperaba una cálida bienvenida en Madrid (et oui, ¡por las tórridas temperaturas! jeje) y sellar finalmente en la Iglesia de Santiago, ubicada en pleno casco histórico madrileño junto al Palacio Real.

Información para novatos/as: Si os interesa hacer el camino, podéis acercaros a esta iglesia y pedir la credencial. Hasta tienen días en que se reúnen para dar información y consejos sobre el camino.

Si una cosa he aprendido de esta epopeya es que incluso en los momentos de flaqueza uno puede sacar fuerzas y ser paciente, que la vida no es una carrera. Ante toda dificultad u obstáculo, hay que esperar que todo mejore. O al menos eso nos recuerda esta canción de James Blunt.

‘When every ship is going down
I don’t fear nothing when I hear you say:
– It’s gonna be okay’

Tras tan heroico viaje, tocó limpiar la bicicleta y tomarse un bien merecido descanso.

1B xoxo

Remontando las Cárcavas del Pontón de la Oliva

Muy buenas,

Hoy me gustaría realizar un viaje mental y recordar un paraje lunar sin igual que se haya cerca de Torrelaguna, ya en la provincia de Guadalajara. Se trata de las Cárcavas.

Situadas en la Sierra de Ayllón, cerca del Embalse de El Atazar y del famosísimo pueblo de Patones de Arriba. Es más, aún se puede comprobar su importancia hidrográfica con la presa del Pontón de la Oliva a donde va a parar el río Lozoya (¿os acordáis de Buitrago?).

Pues esta localización, que parece estar en desuso por su bajo curso de agua, acoge a escaladores para trepar sus muros. En persona hasta parece que uno se encuentra frente al Abismo de Helm (¡Viva ‘El Señor de los Anillos’!).

Lo prometido es deuda, aquí os dejo unas instantáneas de estas maravillosas cárcavas.

Puede parecer un decorado del oeste, con sus escondites para los malhechores, pero se encuentra en un pequeño valle entre Madrid y Castilla la Mancha. La de historias de forajidos que uno se puede inventar aquí, y sus pináculos y crestas te dejan atónito…

Vistas de las alturas de las cárcavas

Lamentablemente, es un paraje cambiante que se erosiona continua pero lentamente (lluvias que crean escorrentía y arrastran nutrientes valle abajo hasta el río), por lo que aún se puede hacer algo. Hace un tiempo vi un programa de televisión de RTVE, El Bosque Protector, que demostraba cómo en Palencia se había conseguido recuperar una margen del río Carrión tan erosionada como ésta. Y no creáis que es tan complicado como parece.

En resumen (aunque sería mejor que viéseis el capítulo): Es importante que los nutrientes no se vayan río abajo y para ello, crear bancales que retengan dichos sustratos a modo de presa de contención. Esto crear un terreno ideal para que las plantas crezcan, las semillas germinen y el suelo se quede fijado con sus raíces.

Me despido con esta canción de Lighthouse Family. Muy noventero, lo sé. A ver si así os animo a que salgáis a explorar este San Isidro o cuando queráis.

‘We could be lifted from the shadows, lifted’

1B xoxo

La eterna candidatura madrileña para la UNESCO

¡Muy buenas gente!

Este veranito está siendo diferente a lo que conocíamos. La situación así parece que lo necesita: control de rebrotes, cierre temporal de locales nocturnos, prohibición de fumar en público si no hay distancia y el mantenimiento de las medidas de protección.

Si ya de por sí el calor agobia (más en Madrid que carece de brisa marina), imaginémonos cómo será con la imposibilidad de hacer aquello que hacíamos otros años. Pero la responsabilidad es lo que tiene, hemos de pensar en nosotros pero no centrarnos en el egoísmo y mirar por los demás e intentar no expandir el coronavirus.

Esta entrada la quiero dedicar a uno de mis rincones favoritos que ya os plasmé años atrás, el Retiro. En concreto, os presento un lugar que hasta hace relativamente poco no conocía, el mirador de la Estatua ecuestre de Alfonso XII en su estanque.

Para vuestra información, he aquí una estatua en honor a Alfonso ‘el Pacificador’, rey de España entre 1874 y 1885 hasta que murió a los 27 años de tuberculosis y fue sustituido tras una regencia por su hijo Alfonso XIII (sí, el que inauguró el Metro madrileño). Una malograda familia, visto que el segundo tuvo que exiliarse y que entre sus herederos han salido personas tan poco ejemplares como el rey emérito Juan Carlos I.

Vistas del estanque del Retiro

Si os pasa como a mí, quizás no sabíais que esta estatua es un mirador desde el que poder contemplar el bello estanque y sus barcas de recreo. Una gran panorámica, no lo puedo negar, pero antes no se podía acceder a este lugar. ¿Por qué ahora sí? Todo se debe a la candidatura de la ciudad de Madrid para que la zona del Paseo del Prado y del Retiro sean declarados Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Pese a contar con lugares tan famosos como el Museo del Prado o el Jardín Botánico, puede que esta decisión se alargue aún más si no se llevan a cabo alguna reordenación medioambiental del espacio que beneficie al peatón en detrimento del coche (‘Be green & all that stuff!’).

Resulta sorprendente que  la capital española siga aspirando a tener dicha valoración de la UNESCO cuando España es uno de los países con más enclaves ‘premiados’, con Mérida o Salamanca a la cabeza, junto con Italia o China. Lo que me sorprende es que quieran dar valor al eje del Prado-Retiro como un lugar en el que se unen cultura y naturaleza pero no se hace gran cosa para evitar tener una autopista urbana entre la Estación de Atocha y Plaza Castilla.

Por lo menos ha habido iniciativas como ésta del consistorio madrileño y otras de las que ya os hablé de enclaves arquitectónicos destacados que lamentablemente pasan desapercibidos en la vorágine de lo cotidiano.

Como avisa la artista australiana Tones & I en su disco: ‘The Kids Are Coming’. Quizás deberíamos pensar en qué clase de acción tomamos para obtener la reacción deseada. Si es así y, de verdad, queremos que el Prado y el Retiro destaquen por su predominancia ambiental, quizás actuar en consonancia ayudaría. Basta ya de tantas palabras y promesas incumplidas que caen en saco roto. Me despido con una canción de la joven cantante, enjoy it!

‘They say dance for me, dance for me!’

1B xoxo

El Camino #5: Honrando al Salvador del románico

Muy buenas peregrinos,

Años atrás hice el camino primitivo y desde entonces tenía la espinita clavada de llegar andando a la capital asturiana por una tradición que conocí en las charletas de peregrinos, realizar el antiquísimo Camino del Salvador.

‘Quien va a Santiago y no va al Salvador, honra al criado y deja al Señor’

Este refrán recomienda al viajero pasar por Oviedo, hogar del Salvador, antes de llegar a Santiago de Compostela. Así que cogí la mochila y emprendí un nuevo camino en esta ocasión desde León (allá donde lo dejé cuando realicé mi aventura lebaniega/vadiniense.

Así que, de regreso a la capital leonesa, comencé una nueva ruta con una primera etapa algo complicada (mucho sube y baja, sin apenas descanso) pero con un albergue para mí solito en La Robla (localidad en la que se rodó la película española de Gracita Morales ‘Sor Citroen’, que ha visto momentos mejores ahora que está perdiendo su industria).

La segunda etapa pasa por la ermita del Buen Suceso y atraviesa el bello municipio de La Pola de Gordón, donde me dieron una pañoleta conmemorativa del Salvador. Nada hacía presagiar lo difícil que se haría la ruta pero así fue, tras llegar a la colorida Buiza, hubo que apretarse el cinturón y ascender hasta el alto de las Forcadas de San Antón. Y si uno pensaba que eso era lo peor, luego tocaba descender (las rodillas lo notaron al instante) y emprender otra subida no tan dura en esta ocasión hasta Poladura de la Tercia, donde opté por alojarme pidiendo por adelantado que me trajeran la comida al restaurante-hostal del pueblo.

El paraje era precioso en su crudeza, tirando a extremo. Me contaron que hubo peregrinos que intentaron realizar este camino en invierno cuando todo está cubierto de nieve y acabaron teniendo que rescatarles por congelación.

Al día siguiente, comprendí que sus avisos no eran un mal presagio pues me tocó un día de orbayu (lluvia leve que empapa) y mucho aire (¡no llegué a salir volando por poco!) para ascender por el alto de los Romeros (con su famosa cruz del Salvador) hasta Arbas del Puerto. Allí descubrí el nacimiento del río Bernesga y también pude visitar su magnífica colegiata gracias a que me abrió las puerta un vecino. Pero lo peor llegó con la repentina niebla helada con la que me tocó lidiar en el Puerto de Pajares (¡hasta los 1378 metros de altura!).

Breve apunte histórico, cabe saber que la Colegiata de Santa María de Arbas tiene su origen en un hospital para peregrinos dada la peligrosidad del alto de Pajares, allá por el siglo XII. Se conoce que la reina Urraca de León aportó donaciones a esta pequeña capilla. Merece la pena la visita, 100% recomendada.

A partir de ahí, tras tomar un caldo calentito, solo me quedaba descender hasta Herías por un hábitat osero (un espacio protegido para la supervivencia de los osos, sí, osos). Obviamente, no me detuve mucho aunque sí encontré restos de animales muertos por el camino. En un día húmedo donde los haya, el camino se puede decir que se humedeció y que entonces era un barrizal. Una vez llegué a la plaza del pueblo, pedí a la hospitalera de Bendueños que me recogiera mientras me limpiaba el calzado.

En esta parte del trazado, uno podía ir pegado a la carretera a partir de Puente de los Fierros. Os recomiendo que no lo hagáis si vais a pie. Podéis conocer la histórica capilla de San Bartolomé (antiguo hospital de peregrinos) y regresar al fresco cobijo de la naturaleza para conocer la ermita y la fuente del ermitaño San Miguel (según cuenta su leyenda).

A la mañana siguiente, con la ropa ya seca, tocó seguir la ruta hasta Campomanes y la iglesia prerrománica de Santa Cristina de Lena (donde incluso tuve la fortuna de poder dar con la festividad de la comarca, sorteos de panes, gaiteros y misa en semejante paraje). Pero el camino continuaba y había que terminar la etapa en Mieres del Camino.

Algunos pensaban que la última etapa hasta Oviedo sería sencilla, habiendo pasado Pajares y tanta cumbres y caminos de cabras… pero aún quedaba llegar al alto del Padrún (y lamentablemente, en esta subida había riesgo de alcance por coches, así que había que ir con mil ojos). Después, pude contemplar el recinto medieval de Olloniego, pasar por su portazgo (puente o aduana en el que había que pagar para cruzarlo) y ver su histórico leguario. Sí, aún existen las leguas pese a que no sepamos su distancia exacta.

Tras estas sorpresas, únicamente quedaba llegar a Vetusta, la ficticia ciudad de ‘La Regenta’ (obra de Leopoldo Alas Clarín) y conocer el Salvador en la Catedral (una talla policromática, es decir con colores, del siglo XIII que era la meta para muchos peregrinos).

Ya en la localidad ovetense, uno bien puede descubrir nuestra patria querida, recogerse y descansar tras un corto pero complejo camino, bien regresar a casa o continuar el camino hasta Santiago. Si optaráis por la alternativa gastronómica, os recomiendo que os adentréis en la calle Gascona (conocida como el Bulevar de la Sidra) y comer unas fabes, un cachopo o una ensalada bien acompañado todo de una sidrina.

A mí me encantó dar con Santa Cristina de Lena (siglo IX), así que en cuanto supe que había otras tres iglesias prerrománicas por Oviedo, no lo dudé y decidí realizar una pseudo-ruta prerrománica. Podéis ir al Monte Naranco y ver Santa María del Naranjo (aula regia del palacio de Ramiro I, terminada de construir en 842) y otra iglesia prerrománica a pocos metros de dicho recinto palaciego, San Miguel de Lillo, cuyo estilo artístico es conocido como asturiano o ‘ramirense’. Más antigua aún es la basílica de San Julián de los Prados, en otra localización de la capital astúr, que data de principios del siglo IX (la época del reinado de Alfonso II el Casto).

Calle Gascona

Espero que esta publicación os anime a aventuraros o bien a disfrutar de los momentos de soledad, los cuales no siempre se tienen. Me despido con esta canción bastante animada y nómada de Alice Merton. ¡Os deseo un buen camino a todos!

I’ve got memories and travel like gypsies in the night’

1B xoxo

El Camino #4: Bicigrino hacia Uclés

Muy buenas,

Hoy, con esta entrada, quiero recordar una promesa que hice a alguien muy querido que hoy no está entre nosotros. Pese a que no pueda leer estas palabras, he querido publicar esta entrada en su honor en el aniversario del que hoy sería su cumpleaños, el 16 Febrero.

Rebobinemos un poco. Hace tiempo supe de la existencia de una variante del Camino de Santiago que salía de Madrid hacia la serranía de Cuenca, acabando en un antiguo monasterio de la Orden de Santiago, el Camino de Uclés. Apenas unos 150 kilómetros debidamente señalizados intentando evitar carreteras campo a través. Aún precisaba de más información, así que leí un blog de su Asociación de Amigos y, tras varios mensajes, fui a recoger mi credencial a la casa del creador de esta peregrinación, Manuel Rossi, allá por Rivas.

Con las fechas ya pensadas y anunciadas para que me esperaran en el albergue, inicié mi nuevo camino (esta vez en bicicleta de montaña, porque desconocía la dificultad del terreno). Tocó madrugar y salir hacia el sur por el curso del Manzanares (el primero de muchos ríos que iba a ver) y seguir las flechas rojas con la cruz de Santiago ¡menuda labor la de pintar tantas indicaciones y construir/mantener los mojones kilométricos!

Primera parada matutina en Rivas para sellar. A continuación, encontrarme con varias personas pescando en la Laguna del Campillo. Fortuna la mía al encontrarme con una vagoneta por la vía del tren de Arganda, cruzando el río Jarama… Parecía una escena de western ¿eh? Lo siguiente ya lo conocía, pues era seguir la Vía Verde del Tajuña (otro río más) y su continuación por la Vía del tren de los 40 días hasta la población de Estremera, donde me quedaría a dormir. Por suerte, lo calculé bien y llegué al hospicio de la asociación al atardecer, a tiempo para una ducha y para cenar. Consejo para navegantes: reservad y llamad con tiempo para que haya alguien que os pueda abrir el albergue.

Una curiosidad, la vía de los 40 días que conecta Carabaña y Estremera (apenas 14 kilómetros) es llamada así por la celeridad con que se construyó en plena Guerra Civil para llegar al frente de la Batalla del Jarama.

Pese al agotamiento, a la mañana siguiente, tocaba rodar ya por tierras manchegas con la curiosidad de atravesar varios túneles. Conviene decir que a partir de aquí el camino se complica, se vuelve más solitario y esto lo vuelve más interesante. Ya todo era campo de labranza, rebaños de ovejas, etc… ¡atrás quedaba la vida cosmopolita!

Con mucha atención para no perder las señales, encontré el Bosque de Barajas de Melo (pintado como el de Oma en el País Vasco), disfrutando de la fresca sombra junto al río Calvache. Como cúlmen, os diré que logré subir hasta la Cruz del Pelegrín ¡Menudo castigo tirar de una bicicleta que pesaba un quintal por unas cuestas tan complicadas!

Ya en lo alto, tocaba descansar y dejar una concha como promesa. Ya quedaba menos para el final, lo anunciaba el Paso Internacional bajo la A-40. Ya en Huelves, tras cruzar el río Riánsares, tocaba subir para disfrutar las vistas del Monasterio de Uclés como horizonte no avecinaba la dificultad añadida de los últimos compases de la etapa. Tras un viaje con tantos altibajos, la última subida hasta el Monasterio se convirtió en un calvario. Las piernas apenas me respondían, está claro que soy humano.

Pero tanto sufrir tuvo su premio, lo reconozco. Al sellar la última casilla de la credencial, te quedas con una sensación de aventura culminada, de no faltar lo prometido y de recordar los caminos recorridos en la vida (como dice la sublime canción de The Head and the Heart).

‘Rivers and roads, rivers til I reach you’

Pese a las dificultades de la vida ¡que la fuerza os acompañe, pequeños padawans!

1B xoxo

El Camino #3: Lebaniego y desvío Vadiniense

Buenos días,

Esta nueva entrada tiene un toque peregrino puesto que este verano, por promesa familiar, hice el Camino Lebaniego (una peregrinación hasta el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en Cantabria). El verano pasado crucé la costa cántabra haciendo la vertiente del Norte y no podía evitar volver a hacer alguna rutita por esta tierra tan bonita y hospitalaria. Este fue, en cambio, un camino muy corto, de apenas unos 70 kilómetros. Muchos optaban por culminarlo en dos días. Yo, en cambio, no lo vi posible por la lluvia. Este año es el Año Jubilar Lebaniego (cuando el día de Santo Toribio cae en domingo ese año) y me encontré con mucha gente en las etapas. Os narro mis aventuras y desventuras.

Nuevo camino de flechas rojas

Salir de San Vicente de la Barquera, esta era la parte que conocía del otro camino. Allí se bifurca la peregrinación entre los dos recorridos: flechas rojas o flechas amarillas. Este año tocaban las rojas. Consejo, ¡solicitad la credencial lebaniega en la Oficina de Turismo! El comienzo, lluvioso consiguió que parase más de lo debido y que buscase cobijo en algún que otro bar, como en Bielva (interminables escaleras con musgo que tuvimos que descender hasta Cades… ¡casi 300 escalones a ojo!). Como no era día de pasear, también se podía visitar la Ferrería de Cades, que data del siglo XVIII.

A partir de ahí, solo queda subir hasta Lafuente y disfrutar de la Iglesia de Santa Juliana (joya del románico) y proseguir la ascensión a Cicera y sentirse como un hobbit por la Comarca. A partir de ahí, uno puede continuar por varias rutas (algunas mejor señalizadas que otras) según nos contó un hombre de la zona, entendiendo que quizá se refería a caminos de pastoreo y eso. Sacad tiempo para visitar la Iglesia de Santa María de Lebeña (estilo prerrománico del siglo X). Poco que añadir, más que se atraviesa junto a la carretera Tama, Ojedo y Potes (¡bonito centro histórico!) y continuar hasta nuestro objetivo: el Monasterio de Santo Toribio. En este enclave, aprovechad a visitar sus ermitas (por ejemplo, la de Santa Catalina o la de San Miguel), entrar por la Puerta del Perdón y ver o tocar el Lignum Crucis (se cree que es parte de la cruz en la que crucificaron a Cristo).

Dado que me quedé con ganas de más, decidí seguir hasta León por la vía Vadiniense, un camino del que apenas tuve información por alguna web o blog, como en Gronze.

Breve apunte histórico: los vadinienses eran una tribu cántabra localizada en lo que hoy conocemos como el sur de Cantabria y el norte de León. Combatieron contra los romanos en las Guerras Cántabras y al ser vencidos adoptaron sus costumbres (por ejemplo, hoy tenemos múltiples lápidas funerarias vadinienses escritas en latín).

La nueva travesía cruzaba muchos pastos húmedos con varias oportunidades de conectar la etapa con la carretera para pararse en alguna de sus áreas de descanso. Al final de la etapa, en Espinama, tenemos como telón de fondo los Picos de Europa como presagio de la próxima etapa, tomando fuerzas con un cocido lebaniego (con garbanzos, berza, compango con chorizo, morcilla, tocino, más carne y un bollico de pan). Y quien me avisó hizo bien, ¡vaya día para ascender hasta la Horcada de Valcavao y el Puerto de Pandetrave! Se veía venir una niebla de las de ‘Silent Hill’ desde el teleférico de Fuente Dé. Lo bueno es que era una zona tan protegida que podías andar junto a vacas con sus terneros o caballos salvajes. Cuando más cruda se vuelve la etapa, con una preciosas vistas del valle de Valdeón, bien viene un refugio de montaña o descender a toda mecha hasta Portilla de la Reina.

Lo malo es desnivel acumulado, puede pasar factura y que las piernas se resientan. Lo bueno, que ya únicamente queda descender junto al río Esla hasta León, pasando por el embalse de Riaño (lamentablemente estaba con muy poca agua) el cual se construyó anegando la antigua población… Hoy quedan los restos bajo el agua y una iglesia que fue trasladada a la nueva ubicación. Tocaba seguir el curso del Esla, esta vez por la Calzada Romana o Vía Saliámica, atravesando cuencas mineras y fábricas siderúrgicas (hoy en desuso) con un cierto toque apocalíptico. Escoria por doquier y el murmullo del río de fondo, día tranquilo hasta Cistierna. Allí tuvimos el honor de comer ¡una tortilla de 14 huevos!, imposible de creer pero cierto (cabe añadir que éramos varios peregrinos y estábamos hambrientos).

Tras cruzar por enésima vez el Esla, esta vez por el Puente del Mercadillo, llegamos a los eternos páramos leoneses. Etapa sin complicación y algo monótona, excepto por el hecho de estar atento a los desvíos entre las cosechas. Lo mejor fue llegar a Gradefes, donde nos esperaba su monasterio (cisterciense para más señas), el cual pudimos visitar gratuitamente al acudir como peregrinos hospedados en el albergue municipal.

Se puede decir que me picó el gusanillo por ver más monasterios. Me enteré de que, en la siguiente etapa, podía desviarme siguiendo la ruta escondida de los Monasterios (el nombre promete ¿verdad?) y visitar varias localizaciones muy interesantes como el Monasterio de San Miguel de Escalada, donde paramos la mayoría a visitar esta joya arquitectónica mozárabe. ¡Bendito GPS! Gracias a éste pude localizar el Monasterio de San Pedro de Eslonza, hoy en ruinas, y la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Villarmún. A partir de esta localidad, sólo me quedaba continuar en paralelo a la carretera hasta conectar con el Camino Francés.

Mi camino tocaba a su final. León esperaba con su enorme Catedral como meta. Una vez allí, tocaba aprovechar y volverse un turista ¡para qué negarlo! Pasear por su muralla romana, visitar la Plaza del Grano o la Colegiata de San Isidoro. Y sin duda alguna, mi mayor sorpresa fue conocer la Casa Botines, edificio construido por Gaudí con cierto toque medieval sin perder su aura modernista.

Un camino completo ¿no es cierto? Con unos primeros días lluviosos, con montañas y ríos, visitando monasterios, etc. y como colofón la llegada a León. Algunos dirán que cómo pueden ser vacaciones si los peregrinos sufrimos allá por donde vamos, pero lo que unos ven como sufrimiento por andar cientos de kilómetros otros lo vemos como metas completadas. Caminaría y caminaría como dice la canción de The Proclaimers.

‘I would walk 500 miles and I would walk 500 more!’

¡Buen camino, gente!

1B xoxo

Visitas palaciegas por la Historia de España

Muy buenas,

Os quiero presentar algunos parajes que son o fueron Reales Sitios, es decir, palacios en los que el monarca residió con su corte (nobles, vasallos, embajadores, soldados, etc.). La corte traía vida y dinero allá donde iba.

Este tour palaciego empieza en el Monasterio de San Jerónimo de Yuste (Cáceres). Allí se refugió el emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico tras abdicar en su hijo. Según cuenta la leyenda, en todo su imperio no se llegaba a poner el sol. También ha quedado para la posteridad que el emperador no era muy ducho con los idiomas pues apenas hablaba castellano (uno de los motivos de las rebeliones de los Comuneros de Castilla entre 1520 y 1522). Menudo monarca si no hablaba ni papa ¿verdad?

Volviendo a Yuste, se distanció de los tejemanejes del reino en tierras extremeñas. Se dice que se enamoró de la comarca de la Vera, de ahí que se decantara por este monasterio para pasar sus últimos días rezando.

Su hijo Felipe II, quien heredó también la Corona de Portugal bien entrado el siglo XVI, sumó más territorios a su reino (que no imperio, porque nunca recibió dicho título) pero a su vez empezó a perder grandes batallas ante sus enemigos. Se puede decir que a partir de su reinado empezó el declive español con los Austrias que luego se acrecentaría con la dinastía de los Borbones (descendientes de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, sí, el de Versailles).

Felipe II, en calidad de príncipe, también se encargó de la reconstrucción de varios palacios y monasterios durante el gobierno de su padre. Esta experiencia le llevó a embarcarse en la construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. De la nada, asentó la corte con un tremendo palacio-monasterio a los pies del Monte Abantos. Curiosidad a tener en cuenta, la forma del palacio es de parrilla en honor a San Lorenzo (porque murió en una) dado que Felipe II tuvo una gran victoria en la Batalla de San Quintín en su día.

La rumorología contaba que Felipe II siguió la evolución de tan colosal obra desde una silla que le tallaron en roca viva, la  famosa Silla del Rey. Hoy se sabe, gracias a diversos estudios, que su creación data de la época en la que los vetones poblaban la parte central de la Península Ibérica, antes de la llegada del Imperio Romano. Se piensa que era un altar sagrado de dicho pueblo. Nada que ver con el afán constructor del rey pero tiene unas vistas preciosas.

Panorámica de El Escorial y el Monte Abantos, al fondo.

Felipe II también comenzó la construcción del Palacio de Aranjuez, a orillas del río Tajo, con sus ampliaciones y sus jardines repletos de fuentes. La primera línea ferroviaria llevada a cabo en Madrid fue la de Madrid – Aranjuez, construida por el marqués de Salamanca (un hombre que supo amarrarse a su cargo en parte por su amistad con la Corona) y posteriormente subvencionada por el Estado Español. Os animo a que paseéis por sus calles e incluso, si tenéis tiempo, que visitéis el Jardín del Príncipe. Merece muchísimo la pena.

Para los amantes de la revolución francesa y de los levantamientos populares, os gustará saber que tenemos una rebelión a la española. Para quien no lo sepa, durante el reinado de Carlos III (anteriormente Rey de Nápoles y Sicilia, considerado uno de los mejores alcaldes de Madrid) uno de sus políticos, el marqués de Esquilache, de origen italiano, decretó la orden de que nadie pudiese ir por la calle con grandes capas y sombreros por motivos de seguridad. Su idea era la de dar la apariencia de que España era un reino ilustrado pero en lo que no pensó era en que el pueblo vio colmada su paciencia dado que vivían en la hambruna mientras que la corte se vanagloriaba con su opulencia. Buen pretexto para el Motín de Aranjuez (1766).

Vista central del Palacio de Aranjuez

Volviendo a Felipe II, otra obra maestra que edificó fue la Granja de San Ildelfonso (nada tiene que ver con una granja). Su ubicación no pudo ser más acertada, en pleno valle de Valsaín, a pocos kilómetros de la sierra alta madrileña-segoviana. Se puede decir que era un oasis castellano con humedad, temperaturas no muy altas, etc. Un lugar idílico y saludable, pensaron. Sus sucesores en el trono sabían de los beneficios de residir allí y algunos ampliaron sus terrenos. Conviene decir que otro uso que le daban a este palacio era el de la caza. Hoy día, sigue siendo uno de sus pasatiempos favoritos (que se lo digan a Juan Carlos I, ¿verdad?). Dicho palacio sufrió incendios y también fue modificado siguiendo las corrientes artísticas del momento o según los gustos de los monarcas que allí moraban.

Aunque os esté mencionando sus reales sitios como palacios, en este caso también he de parar a presentar con más detenimiento sus jardines y sus fuentes monumentales. Por suerte, hay espectáculos en los que hacen funcionar las fuentes (con un horario estricto algunos días a la semana, mayormente en temporada estival). Si hasta construyeron un ‘mar’ con las aguas recogidas del valle y llegaron a crear una piscifactoría real.

Este tour no trae de vuelta a Madrid, villa que no fue capital de España ni ciudad de la corte hasta que llegó Felipe II, antes los monarcas pasaban algún período en sus aposentos reales o en monasterios como los Jerónimos (con su claustro, hoy junto al Museo del Prado).

El Real Alcázar de Madrid se ubicaba en lo que hoy ocupa el Palacio Real, frente a la Plaza de Oriente (aunque era relativamente más pequeño). Este alcázar se incendió hace varios siglos, su finalidad era defensiva con varias torres y murallas para proteger su medina y arrabales. El cómo se incendió nadie lo sabe exactamente pero las malas lenguas dicen que fue orquestado para poder construir el conjunto arquitectónico que hoy observamos.

¿Sabíais que el nombre de Madrid proviene del árabe mayra (Mayrit) que quería decir ‘agua abundante’? En la época de la conquista árabe y los califatos, este territorio destacaba por sus arroyos y fuentes como la del Arenal (hoy junto a la Puerta del Sol) o la de la Castellana (que discurría por la arteria central de la capital) además del río Manzanares.

Si os gusta la historia y sus restos, os recomiendo que busquéis partes de las murallas que se fueron añadiendo por los monarcas con el paso de los siglos conforme la población iba aumentando y construyendo sus arrabales lindando con las antigua muralla árabe. Dícese de esta muralla un lema a veces olvidado por los madrileños pero que bien merece que lo recuerde a continuación:

‘Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son.’

A lo mejor os preguntáis a qué santo viene esta frase que podéis encontrar en la Plaza de Puerta Cerrada. Sí, Madrid era un tierra rica en acuíferos (‘Matrice’, o madre de las aguas, según los visigodos) y no estáis locos, sus muros eran ígneos. Es decir que del pedernal defensivo saltaban chispas cuando se le disparaban flechas de sílex.

El Palacio Real no era el real sitio preferido para los monarcas, por su cercanía a la caótica y ruidosa urbe, de ahí que prefiriesen esparcirse en sus palacetes en el campo o incluso en el Retiro. Estos eran lugares a los que no podía acceder cualquier ciudadano, eran de uso únicamente real hasta que se permitió la entrada a toda persona (siempre que fuese una persona de bien, bien vestida y con buenas maneras).

Quizás por ello, se buscó ampliar el Palacio hacia el oeste, con sus jardines y parterres por el Campo del Moro y los Jardines de Sabatini (llamado así en honor al maestro mayor de obras de la villa y corte, quien también reconstruyó la Plaza Mayor).

Otra curiosidad de Madrid, ¿sabéis por qué la Plaza de Oriente y el Retiro reúnen varias estatuas de reyes godos y cristianos? Todo se debe a un sueño, o pesadilla, más bien: la reina Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V, se imaginó que en uno de sus paseos palaciegos una de estas estatuas (que debían estar en lo alto del palacio) se caería y la aplastaría.

Por cierto, para unir temas, Felipe V e Isabel de Farnesio sufrieron el fatídico incendio del Real Alcázar, en la Nochebuena de 1734, que pudo haber acabado con cientos de lienzos de Velázquez (como las Meninas). Debido a este percance, se marcharon largos periplos a la Granja, quizá también para calmar la atribulada mente del monarca, se piensa que tenía un trastorno bipolar que fue a peor tras la muerte de su joven hijo, en quien abdicó, Luis I con solo 17 años. Se sabe que además de sus paseos por las fuentes de Valsaín, también le ayudaron los conciertos diarios de su amigo Farinelli (un castrato, vamos, les castraban para tener una voz angelical) al que llegó a nombrar Primer Ministro. A la muerte de Felipe V, Isabel vio como su hijastro Fernando VI heredaba el trono y la desterraba a la Granja. Ella, en cambio, decidió construirse un palacio a pocos kilómetros, el de Riofrío (me lo apunto para visitarlo en cuanto pueda). Isabel conspiró para que su hijo predilecto, Carlos III (antes mencionado) reinase en Napolés, Sicilia y, años después, tras la muerte de su hermanastro, en España.

Decimos de las telenovelas, pero las trifulcas familiares ya existían en las casas reales. Os dejo con una canción ‘imperial’ donde las haya de Los Nikis.

‘Con los Austrias y con los Borbones, perdimos nuestras posesiones’

Dicen que ‘las cosas de palacio van despacio’. Lo corroboro al haber escrito esta larga entrada.

1B xoxo

En un lugar de la Mancha, un pantano con playa

Buenos días a todos,

Publico la entrada de hoy en honor a las tardes playeras y a los baños que, casi todos, nos pegamos antes de decir adiós al veranito. A muchos nos cuesta aceptar que el otoño llega (trabajo, estudios, los quehaceres, etc.)

Podría hablaros del Mediterráneo, del Cantábrico, lo sé, pero quise que en este caso se tratase de un lugar especial que no da al mar ni al océano. He aquí el Embalse de Entrepeñas, una amplia masa de agua en el interior de Guadalajara, que cuenta con playa. Incredible but true!

Este rinconcito, próximo a Albalate de Zorita, reúne varios pantanos y embalses navegables (como el Pantano de Buendía) y donde se puede disfrutar del agüita fresca. No negaré que hay que tener cuidado por si se crean remolinos, es algo normal, pero también pasa lo mismo en el mar con la marea que te puede llevar mar adentro ¿no?

Mis amigos y yo optamos por descubrir este paraje yendo a la playa del Pantano de Bolarque. Si además, os animáis a conocer otros lugares cercanos deberías hacer la Ruta (pétrea) de las Caras, que no queda muy lejos en coche ¡el senderismo es una de mis pasiones!

Instantánea del Embalse de Entrepeñas, desde su mirador.

Reconozco que los madrileños tenemos un pequeño complejo por ser una gran ciudad y no tener playa ni disfrutar de un gran río, pero sí tenemos a nuestro alcance piscinas naturales en la sierra o lagunas, pantanos en los que uno se puede bañar ¡mejor no quejarse!

A disfrutar de estos últimos coletazos del veranito (los afortunados que puedan) gota a gota, como bien dice esta canción de Coldplay.

‘Every siren is a symphony and every tear’s a waterfall’

Me ha quedado una entrada refrescante, ¿verdad?

1B xoxo