El Camino #5: Honrando al Salvador del románico

Muy buenas peregrinos,

Años atrás hice el camino primitivo y desde entonces tenía la espinita clavada de llegar andando a la capital asturiana por una tradición que conocí en las charletas de peregrinos, realizar el antiquísimo Camino del Salvador.

‘Quien va a Santiago y no va al Salvador, honra al criado y deja al Señor’

Este refrán recomienda al viajero pasar por Oviedo, hogar del Salvador, antes de llegar a Santiago de Compostela. Así que cogí la mochila y emprendí un nuevo camino en esta ocasión desde León (allá donde lo dejé cuando realicé mi aventura lebaniega/vadiniense.

Así que, de regreso a la capital leonesa, comencé una nueva ruta con una primera etapa algo complicada (mucho sube y baja, sin apenas descanso) pero con un albergue para mí solito en La Robla (localidad en la que se rodó la película española de Gracita Morales ‘Sor Citroen’, que ha visto momentos mejores ahora que está perdiendo su industria).

La segunda etapa pasa por la ermita del Buen Suceso y atraviesa el bello municipio de La Pola de Gordón, donde me dieron una pañoleta conmemorativa del Salvador. Nada hacía presagiar lo difícil que se haría la ruta pero así fue, tras llegar a la colorida Buiza, hubo que apretarse el cinturón y ascender hasta el alto de las Forcadas de San Antón. Y si uno pensaba que eso era lo peor, luego tocaba descender (las rodillas lo notaron al instante) y emprender otra subida no tan dura en esta ocasión hasta Poladura de la Tercia, donde opté por alojarme pidiendo por adelantado que me trajeran la comida al restaurante-hostal del pueblo.

El paraje era precioso en su crudeza, tirando a extremo. Me contaron que hubo peregrinos que intentaron realizar este camino en invierno cuando todo está cubierto de nieve y acabaron teniendo que rescatarles por congelación.

Al día siguiente, comprendí que sus avisos no eran un mal presagio pues me tocó un día de orbayu (lluvia leve que empapa) y mucho aire (¡no llegué a salir volando por poco!) para ascender por el alto de los Romeros (con su famosa cruz del Salvador) hasta Arbas del Puerto. Allí descubrí el nacimiento del río Bernesga y también pude visitar su magnífica colegiata gracias a que me abrió las puerta un vecino. Pero lo peor llegó con la repentina niebla helada con la que me tocó lidiar en el Puerto de Pajares (¡hasta los 1378 metros de altura!).

Breve apunte histórico, cabe saber que la Colegiata de Santa María de Arbas tiene su origen en un hospital para peregrinos dada la peligrosidad del alto de Pajares, allá por el siglo XII. Se conoce que la reina Urraca de León aportó donaciones a esta pequeña capilla. Merece la pena la visita, 100% recomendada.

A partir de ahí, tras tomar un caldo calentito, solo me quedaba descender hasta Herías por un hábitat osero (un espacio protegido para la supervivencia de los osos, sí, osos). Obviamente, no me detuve mucho aunque sí encontré restos de animales muertos por el camino. En un día húmedo donde los haya, el camino se puede decir que se humedeció y que entonces era un barrizal. Una vez llegué a la plaza del pueblo, pedí a la hospitalera de Bendueños que me recogiera mientras me limpiaba el calzado.

En esta parte del trazado, uno podía ir pegado a la carretera a partir de Puente de los Fierros. Os recomiendo que no lo hagáis si vais a pie. Podéis conocer la histórica capilla de San Bartolomé (antiguo hospital de peregrinos) y regresar al fresco cobijo de la naturaleza para conocer la ermita y la fuente del ermitaño San Miguel (según cuenta su leyenda).

A la mañana siguiente, con la ropa ya seca, tocó seguir la ruta hasta Campomanes y la iglesia prerrománica de Santa Cristina de Lena (donde incluso tuve la fortuna de poder dar con la festividad de la comarca, sorteos de panes, gaiteros y misa en semejante paraje). Pero el camino continuaba y había que terminar la etapa en Mieres del Camino.

Algunos pensaban que la última etapa hasta Oviedo sería sencilla, habiendo pasado Pajares y tanta cumbres y caminos de cabras… pero aún quedaba llegar al alto del Padrún (y lamentablemente, en esta subida había riesgo de alcance por coches, así que había que ir con mil ojos). Después, pude contemplar el recinto medieval de Olloniego, pasar por su portazgo (puente o aduana en el que había que pagar para cruzarlo) y ver su histórico leguario. Sí, aún existen las leguas pese a que no sepamos su distancia exacta.

Tras estas sorpresas, únicamente quedaba llegar a Vetusta, la ficticia ciudad de ‘La Regenta’ (obra de Leopoldo Alas Clarín) y conocer el Salvador en la Catedral (una talla policromática, es decir con colores, del siglo XIII que era la meta para muchos peregrinos).

Ya en la localidad ovetense, uno bien puede descubrir nuestra patria querida, recogerse y descansar tras un corto pero complejo camino, bien regresar a casa o continuar el camino hasta Santiago. Si optaráis por la alternativa gastronómica, os recomiendo que os adentréis en la calle Gascona (conocida como el Bulevar de la Sidra) y comer unas fabes, un cachopo o una ensalada bien acompañado todo de una sidrina.

A mí me encantó dar con Santa Cristina de Lena (siglo IX), así que en cuanto supe que había otras tres iglesias prerrománicas por Oviedo, no lo dudé y decidí realizar una pseudo-ruta prerrománica. Podéis ir al Monte Naranco y ver Santa María del Naranjo (aula regia del palacio de Ramiro I, terminada de construir en 842) y otra iglesia prerrománica a pocos metros de dicho recinto palaciego, San Miguel de Lillo, cuyo estilo artístico es conocido como asturiano o ‘ramirense’. Más antigua aún es la basílica de San Julián de los Prados, en otra localización de la capital astúr, que data de principios del siglo IX (la época del reinado de Alfonso II el Casto).

Calle Gascona

Espero que esta publicación os anime a aventuraros o bien a disfrutar de los momentos de soledad, los cuales no siempre se tienen. Me despido con esta canción bastante animada y nómada de Alice Merton. ¡Os deseo un buen camino a todos!

I’ve got memories and travel like gypsies in the night’

1B xoxo