El Camino #10: Siguiendo las huellas del Quijote

‘Érase una vez un caminante buscando aventuras…’

Este nuevo capítulo peregrino va dedicado a la ruta de Don Quijote en honor al día de Sant Jordi o el día del libro, día en que se celebra la literatura y se entrega el premio Cervantes.

Hoy querría recordar mis aventuras por algunas de sus variantes que hice a lo largo de los años. Aunque muchos no lo sepan, se trata de un itinerario cultural europeo de gran importancia (como el camino de Santiago). Eso sí, menos transitado que la peregrinación al Santo.

Por ejemplo, si recorréis la ruta desde la localidad de Esquivias, podréis ves otra casa-museo de Cervantes (¡y no es la de Alcalá de Henares!), una casona del siglo XVI en la que él vivió los primeros años de su matrimonio con Catalina de Palacios.

También es interesante conocer otras etapas por la provincia de Cuenca (más concretamente por la localidad santiaguista de Uclés). Afortunadamente servidor pudo recorrer estos puntos desperdigados por la geografía manchega en bicicleta pese a la dificultad de la empresa… ¡viva las aventuras con alforjas!

Otro lugar de visita recomendada, además de Toledo o los molinos (o monstruos), es Ossa de Montiel, ya sea por la célebre cueva de Montesinos o su cercanía al Parque Nacional de las Lagunas de Ruidera.

Puede que a muchos les llame la atención lo siguiente pero varias partes de esta novela de caballería recuerdan hechos mitológicos o fantásticos. Por ejemplo, cuando al hidalgo se le aparece Merlín en las profundidades de la cueva de Montesinos. La historia recuerda que el mago al ver cómo lloraban desconsoladamente Ruidera, sus hijas y sus sobrinas decidió convertirlas en lagunas (como la de la siguiente imagen).

Laguna Redondilla

De vuelta al Rey Arturo y sus historias caballerescas ¿se nota que lo tuve que estudiar en la universidad? De leer tantas aventuras uno aprende y puede decidir seguir los pasos del caballero, como quiso hacer el Don Quijote imitando a Amadís de Gaula.

Pueden parecer absurdas estas historias de búsquedas, héroes, amores y damiselas en apuros que salvar pero lo que nadie podrá negar es que forman parte de nuestro ADN. Además, estos parajes tan de western son tan bellos que quitan el hipo. Me marcho ya a nuevas aventuras, mientras tanto disfrutad de la banda francesa Moriarty.

All roads lead to roam with the buffaloes

1B xoxo

Les graines du Darwin écosystème

Salut mes chers lecteurs,

En esta ocasión me gustaría llevaros en un viaje a un espacio colaborativo que es de los lugares más llamativos de Burdeos, el ecosistema Darwin. Es curiosa su ubicación pues a diferencia de otros lugares turísticos como la Ciudad del vino o su centro histórico., este sitio se halla al otro lado del río Garona (en el barrio de la Bastide).

Este espacio colaborativo con bar, panadería, tiendas de ropa, librería, etc. se parece un poco al Matadero de Madrid. Es un buen sitio donde desconectar e imbuirte de nuevas energías con sus grafitis, su huerto urbano, etc. Me relaja tener el día libre, ir por la mañana a pasear por sus naves, ver tanta gente (mayores y jóvenes) por estos lares y si se antoja tomar algo en su cafetería.

Granja urbana de Darwin

Hay una gran conciencia medioambiental, se puede apreciar al observar sus eventos (ya sea sobre el yoga o el té) o por tener entre otros, el local de Extinction rebellion, otros ‘rebeldes’ que están luchando contra las políticas gubernamentales que nos defraudan continuamente (como Greenpeace). La Tierra está en crisis, ojalá todos nos diésemos cuenta y no malgastáramos esta oportunidad.

Creo que Greta Thunberg le daría su visto bueno a este espacio contracultural. Años atrás, el consistorio quería recuperar el espacio para sus promociones inmobiliarias pero su enorme peso social le creó bastantes quebraderos de cabeza al gobierno y ahora dicho proyecto abraza esta filosofía ecologista con un eco-distritoéco-quartier – a su alrededor (con el beneplácito de la nueva alcaldía verde de Bordeaux). Las vueltas que da la vida ¿verdad? Antes querían que se evaporara y ahora es su escaparate internacional.

Este movimiento social también se apoya en el transporte alternativo con el taller de bicicletas ‘L’étincelle’ (la chispa). Similar al que podía encontrar en Embajadores ¡cuántos recuerdos del centro autogestionado de la Tabacalera! Pero la diferencia reside en que aquí hay que hacerse socio para poder utilizar sus herramientas y, si es necesario, su experimentada ayuda.

Adoro las dos ruedas, soy bastante transparente y repetitivo (lo acepto pero… I love bikes). Nunca fui un amante del skateboard pero si os gusta patinar y sentiros como Tony Hawk os recomiendo que visitéis su hangar.

Después de reparar bicis, dar unos saltos en las rampas o tomar unas cervezas… siempre podéis adentraros en su Emmaüs y ver libros, muebles o prendas de vestir. Su ética del ‘zéro gaspillage’ o cero derroche intenta incentivar el reciclaje de bienes que aún están en buen estado y que a otras personas les pueden ser de utilidad.

Instantánea de la nave de Emmaüs en Burdeos

Si sus ideales os chocan, no os digo ya conocer la historia de su emplazamiento. El siglo pasado sus naves fueron utilizadas como campo de trabajo de republicanos españoles durante la Segunda Guerra Mundial (como recuerda, por ejemplo, su placa con el célebre lema ‘No pasarán’).

Lamentablemente, muchas personas intentaron escapar del régimen franquista y se toparon con la realidad nazi. Fueron explotados en obras y trabajos forzados (como demuestra la triste cifra de 68 muertos entre sus 3000 trabajadores extranjeros).

Una historia inhumana que puede dejaros con mal sabor de boca. Por esto mismo, querría despedirme con un mensaje positivo y recordar que muchas veces hemos de ir más allá de lo conocido como dice la siguiente canción de Nico y Vinz en su primer verso.

Am I wrong for thinking out the box from where I stay?

Que nadie os diga que estáis equivocados.

1B xoxo

El nuevo paseo fluvial del Manzanares

Muy buenas a todos,

Se aproxima el frío invernal y con ello la oportunidad de volver a ver mi ciudad. Se puede decir que hay morriña, es debido a esto que he optado por publicar una entrada en homenaje al trazado que sigue el curso renaturalizado del río Manzanares y que se puede recorrer más allá del Matadero.

Menos mal que se siguen llevando a cabo proyectos verdes, como la apertura de este tramo hasta el Parque Lineal (con replantación de árboles incluida), que tienen como fin ayudar a reducir esos picos de contaminación tan frecuentes en Madrid. ¡No nos durmamos en los laureles, Bruselas nos vigila!

Se trata de un itinerario verde que pasa entre el aprendiz de río y la circunvalación madrileña M-30 (con miles de coches que degradan nuestro medio ambiente). Soy un amante del transporte alternativo, ¿se nota?

Un linda ruta descendiendo por sus orillas, meandros, etc. y ver sus nuevos espacios verdes (ya sea por la influencia del futuro Bosque Metropolitano) o por las iniciativas vecinales (como sucede con el huerto urbano San Fermín). Como recompensa, además podréis apreciar lugares como la pasarela de colores o el puente del Majuelo (conocido como el puente jurásico por mí y mis amigos). Si os animáis, también podéis seguir este recorrido en bicicleta a San Martín de la Vega.

Si apenas tenéis una mañana libre o de una tarde de ocio, os recomiendo que sigáis su trazado junto a la Caja Mágica hasta el trasvase del Manzanares junto a Villaverde (fácilmente reconocible por su señalización del desvío hacia el camino de Uclés).

Continuación por el camino de Uclés

Se podría decir que los ríos despiertan ese lado bucólico en todos nosotros ¿no es así? Véase el Saona, el Garona o el Huangpu… Cada río tiene un mensaje y uno únicamente debe dejarse llevar por su corriente como recuerda Leon Bridges.

‘Take me to your river, I wanna go’

In a while, crocodile! (¡Hasta pronto, cocodrilo!)

1B xoxo

Rolando na ria de Aveiro

Bom dia!

¿Cómo está siendo el veranito? Espero que bueno, con un tiempazo y descansando (que es gerundio). Yo, en esta ocasión, me he decantado por publicar mi viaje por Aveiro, localidad portuguesa célebre por sus los ovos moles (dulce típico cuya receta que consiste en una crema de yemas de huevo dentro de una oblea como las de la comunión).

Información para navegantes, esta ciudad es conocida como la Venecia portuguesa (nada que envidiar a otras ‘venecias’ como Sète y Brujas). Podréis visitar sus lindos canales, deleitaros con sus barcas, las moliceiras, con sus dibujos y detalles (como el del retrato de Cristiano Ronaldo). Otros lugares destacables de este ciudad costera son sus puentes, véase el simbólico ponte dos Laços de Amizade (un puente que homenajea la importancia de las amistades al estilo del Pont des Arts parisino) o el ponte dos Carcavelos.

Aunque con su pequeño centro urbano y sus entramado de canales quizás tengáis suficiente, yo necesitaba más y alquilé una bicicleta para recorrer sus salinas y llegar hasta la costa atlántica. Afortunadamente, se respiraba el salitre de los montículos extraídos de estos campos de agua salada. Es innegable que los portugueses viven de cara al mar con tantas playas.

Adoro las dos ruedas, no lo puedo negar. Si tengo la opción de poder dar un paseo (por pequeño que sea) y conocer diferentes rincones que me sería más difícil de visitar a pie, no lo dudo así que ¡tris tras! a rodar… como hice también cuando visité la duna de Pilat. o la ciudad de Lyon.

 

Vista de la ría de Aveiro

¡Qué puedo contaros! Menudo gustazo continuar la vía verde a lo largo de la ría hasta la praia de Barra con su faro. Los veranos y los faros ¿qué tendrán? (link con Cap Ferret) La ruta me trajo recuerdos de mi paso por Santoña y Laredo durante mi camino xacobeo o de los atardeceres junto al faro de Finisterra. Ni falta hace decir que la melodía de ‘Verano azul’ estaba en replay

Como moraleja, no os privéis de tomar el manillar y descubrir parajes tan idílicos como éstos. Servidor ya se va marchando con este animado vídeo del grupo Portugal. The Man.

‘I’m a rebel just for kicks now, let me kick it like it’s 1986 now!’

Aproveitem! (¡Disfrutad! en portugués)

1B xoxo

El Camino #8: Emulando la leyenda del Cid

Bienaventuradas sean vuesas mercedes,

Van a hacer 10 años de mi primera experiencia en el camino. ¿Qué mejor que empezar algo nuevo? En esta ocasión, descubriendo el itinerario del Cid en bici (como ya hice desde Uclés).

Un nuevo desafío con más de 2.000 kms de recorrido que recuerda las aventuras del caballero castellano del siglo XI y el poema épico ‘El Cantar del Mío Cid’ (narrando su destierro por Aragón y el Levante, hasta su muerte allá por 1099 en Valencia).

La leyenda del Cid Campeador ha marcado la historia de España y ha influenciado a generaciones posteriores como es el caso del poeta español Manuel Machado con su poema ‘Castilla’.

La variante que realicé para estrenarme fue el ramal de Alvar Fáñez, deleitándome con la Alcarria y el valle del río Badiel, el cual viene mencionado en la tirada 23 de dicho cantar. Según éste llegaron hasta Alcalá de Henares, como podéis leer a continuación:


Toda la noche emboscados el Cid y los suyos pasan,
que así se lo aconsejó Álvar Fáñez de Minaya.
«Cid Campeador que en buena hora ceñiste la espada,
ya que a Castejón tenemos tendida buena celada,

vos os quedaréis aquí con cien hombres a la zaga
y yo haré una correría con doscientos en vanguardia;
con Dios y con vuestra suerte será la empresa ganada.»


Díjole el Campeador: «Muy bien hablaste, Minaya.
Corred la tierra sin miedo, por valor no quede nada. ~
Hasta más abajo de Hita llegad, y a Guadalajara
hasta la misma Alcalá acérquense las vanguardias,
la riqueza de esa tierra que de botín se la traigan
y que por miedo a los moros no vayan a dejar nada.
Y con los otros cien hombres me quedaré aquí a la zaga;
de amparo nos servirá Castejón, por mí guardada.
Si a los que corréis la tierra alguna cosa os pasa
un aviso mandaréis en seguida a retaguardia.
Del socorro que os lleve se ha de hablar en toda España».’

El punto de salida fue la localidad de Castejón de Henares, con una subida al estilo cronoescalada para ir calentando motores. Alguno que otro ya habría puesto pie a tierra con ese comienzo. Lo que seguía era precioso, disfrutando del sol en la meseta.

La parte inicial fue bastante tranquila, por carreteras comarcales donde apenas me encontré con algún tractor, pero he de reconocer que hacía mucho viento y que a veces la bicicleta podía dar alguna sorpresa con los malditos abanicos (en la jerga ciclista es como llamamos a las rachas de viento que vienen de costado y pueden sacarte de la calzada).

En este camino, así como en el de Santiago, hay que ir sellando el salvoconducto en los puntos que están habilitados para ello en algunas localidades por la que pasa (ya sea en ayuntamientos, bares, oficinas de turismo, pensiones u hoteles, lo que buenamente haya). No en todas, aviso, puede que encontréis muchos de éstos cerrados. C’est la vie!

La belleza del trazado era innegable, atravesando lugares como Valdearenas con las ruinas de su antigua iglesia o los parajes excavados por la erosión en el valle (y eso que estamos con la sequía). También aproveché para tomar una instantánea a mi jabata con la silueta del torito de Osborne (typical spanish!).

También cabe decir que muchos de los municipios no contaban con los servicios abiertos (el alcalde en su casa en vez de en el ayuntamiento, bares cerrados, etc.). Así difícil planificar la ruta y las paradas para sellar. Algo parecido me sucedió en Hita, ciudad que se erigía cual atalaya castellana. El museo sobre el arcipreste que lleva su nombre, autor del famoso ‘Libro de buen amor’ estaba cerrado y únicamente abría para un grupo de turistas que venían en un bus a las 4. No podía esperar tanto así que afortunadamente sellé en el consistorio (lo cual agradezco porque la solana ya empezaba a notarse).

El último tramo entre Hita y Guadalajara pasa por carreteras autonómicas con más tráfico. Hay que tener más cuidado con los camiones que pueden dar algún susto que otro. Tras atravesar Torre del Burgo y Tórtola de Henares, se llega al final de la etapa pasando junto a la autovía A-2 y entrando a la ciudad guadalajareña (con la parada obligada en el torreón que lleva el nombre del lugarteniente Alvar Fáñez).

Con tanto vendaval y a tanta velocidad, os confieso que a veces uno podía imaginarse flotando sobre el asfalto, como diría Miss Caffeina. Y a decir verdad la ruta se pasó volando, tendré que regresar a hacer otras vertientes del Cid.

‘¡Mira cómo floto! ¡Mira cómo vuelo!
¡Mira cómo avanzo! Valiente, dejándolo todo atrás’

¡Vayan con Dios!

1B xoxo

Little China #11: Los chinos y sus rarezas

Dàjiā hǎo! (¡Hola a todos!)

Este será mi último capítulo de mi serie de publicaciones chinescas bajo la temática ‘Little China’ y me gustaría despedirme con un alegato a las diferencias culturales existentes y aquello que nos acerca al lejano oriente.

Comencemos con algunas peculiaridades que me dejaron boquiabierto. Si os paseáis por el People’s Park (Parque del Pueblo) un domingo muy probablemente os topéis con el mercado de los matrimonios (Marriage Market). En una sociedad que define el éxito por el trabajo, se deja de lado la vida social. Debe ser por eso que son tan introvertidos.

El caso es que como los jóvenes no se pueden conocer dadas las normas del trabajo hasta la extenuación para poder progresar en el sistema, los padres acuden a este parque con paraguas y los currículums de sus hijos/as para preparar un encuentro y forzar un matrimonio.

Muy casual no parece. Aquí ni cupido ni el destino… si tienes un buen sueldo y un contrato indefinido se te rifan pero, en cambio, si eres un nini sin trabajo ni futuro, te quedarás para vestir santos.

Otro mercado que conviene que conozcáis, aunque sea únicamente por verlo con vuestros propios ojos, es el Xingyang fashion and gift market o mercado de las imitaciones (muy logradas). Es una ciudad de locales y tiendas donde el regateo es el pan de cada día.

Hablando de rutinas, en mi día a día, cuando me decidía por rodar en bici, descansar o pasear por un parque, era bastante probable que me encontrara con gente jugando al mahjong o al go con un corro de público que se pasa el rato apostando. En vez de encontrar trileros di con esto, increíble ¿verdad? Otras veces veía a mujeres haciendo tai chi a ritmo de música disco en la placita del barrio ¡un espectáculo!

Tienen una mentalidad compleja. Por un lado, la gastronomía china va más allá del pato pequinés o del arroz tres delicias. Aún recuerdo un riquísimo manjar que pude degustar, la olla mongola, con sus dos sopas – una era picante – y los ingredientes a parte para que tú mismo crees tu receta (al estilo de la fondue suiza). Y para desayunar… un baozi o dumpling caliente para coger fuerzas (yo tiraba más por el de verduras, mejor jugar a lo seguro).

Pero también tienen excentricidades culinarias, véase el stinky tofu o el perturbador lifelike dog cake (un pastel con forma de perro tan bien hecho que parece que estás comiéndote un pug o carlino de mousse). Mirando el lado positivo, al menos no ladra.

Qué decir de la ciudad de Shanghái que no haya rememorado aún, pues que aún guarda restos de su origen como puerto abierto al mar y su paso por distintas concesiones extranjeras que veían allí una lugar en el que prosperarían sus negocios.

Dentro de la locura citadina, uno puede encontrar la paz hasta en un templo en la azotea de un rascacielos (menos terrenal imposible). Se puede decir que la simbología tradicional china perdura en su día a día. Véase, por ejemplo, con los cartelitos rojos (el color rojo significa éxito y buena fortuna) que ponen en sus puertas para que alejar la mala suerte del hogar (similar a la herradura, ahora mismo no recuerdo si las puntas tenían que estar hacia arriba o abajo…).

A pesar de lo que muchos crean, Shanghái es más occidental de lo que uno se puede imaginar, una ciudad abierta a la luz (literalmente, la factura no debe ser barata), tecnológica y un lienzo en el que podréis encontrar pinceladas de todo el mundo.

Un ejemplo de este mix sería mis desayunos en el Family Mart (una cadena japonesa de tiendas o conbini stores parecidas al badulaque de los Simpsons, tipo 7-eleven) y así evitaba ir como un zombie por un gran supermercado abarrotado.

La conbini store del barrio

Por otro lado, es cierto que Occidente ha llegado (y parece que para quedarse). Era sencillísimo dar con las cadenas de comida rápida, o basura, ya sea el McDonald’s o la otra cadena de fast food china ‘Kung Fu Catering’ que fue demandada por la familia de Bruce Lee por utilizar la imagen del maestro de las artes marciales. Atención, que no estoy haciendo publicidad ni nada… que no soy fan de este tipo de alimentación. Donde esté la dieta mediterránea que quiten tanto alimento procesado (vuestra salud os lo agradecerá).

¿Sabíais que el Starbucks más grande del mundo está en Shanghái? Exactamente. Muchas franquicias ven en el mercado chino una oportunidad de expansión… ¡que se lo digan a los superhéroes de Marvel!

En una ciudad tan grande era normal pasar mucho tiempo en el transporte público. Y bueno, o te adaptas o lo acabas aborreciendo. A mí me gusto su enorme metro (y el subterráneo madrileño no tiene nada que envidiarle ¡ojito!).

Lo que realmente me chocó, y bastante, fue ver sus barreras anti-suicidio o la cantidad de anuncios que hay en los túneles mientras el tren está en movimiento. Es más, en su momento sí me dio que pensar ver tantas mascarillas (por el olor a humanidad, la contaminación, los mosquitos o incluso para taparse los dientes)… Ahora, tras la pandemia, es otro cantar.

También era habitual ver chicas por el metro en pijama pero con abrigos de piel y súper-maquilladas con la tez palida (allí pillar el moreno del sol no está muy bien visto, es como una señal de que uno proviene de una familia pobre o de las provincias donde se trabajan de sol a sol en los campos de arroz… ¡cuánto más impoluta sea la piel mejor!).

El canon de belleza asiático es díficil de definir, por ejemplo, históricamente las mujeres tenían que vendarse los pies para que éstos no crecieran más. Y según es tradición, podían seguir llevando zapatitos de niña pequeña. Una auténtica tortura que deformaba (y hasta rompía) huesos y dedos porque dice la tradición que un emperador se enamoró de una de sus cortesanas porque tenía los pies pequeños. Por suerte este martirio de los pies atados ha ido desapareciendo.

En resumen, como dice la siguiente canción de Kelly Clarkson (en la versión de la serie americana ‘Glee’), lo que no te mata te hace más fuerte. Experiencias como éstas lograron que servidor sea más abierto y tolerante (open-minded), lo ideal para no acabar volviéndose un ofendidito.

‘What doesn’t kill you makes you stronger,
Just me, myself and I’

Sin duda alguna, todos somos unos ‘rarunos’. Abracemos nuestras peculiaridades.

Me despido sin saber si podré publicar algo estas fiestas (muchos planes: cenas, reencuentros, etc.) así pues os deseo unas… ¡Felices fiestas! ho ho ho

Zàijiàn, es decir, nos vemos.

1B xoxo

Little China #10: Riding by the Huangpu River

Hello people!

Aprovecho el día del Armisticio para dedicar esta entrada a uno de mis pasatiempos favoritos: la bici. En concreto, a mis rutas ciclistas por Shanghái, a menudo por el centro con todo el bullicio… pero si disfrutaba de un break o de tiempo de ocio, iba a recorrer la ribera del Huangpu, otro proyecto urbanístico para reverdecer la ciudad y hacerla más ecologista (si es posible).

El Huangpu Riverside Greenway, así se le conoce, sería algo similar al Madrid Río. Un fresco paseo por esta vía verde para relajarse pese a la omnipresente boina de contaminación o a la amenaza en época del monzón (durante la primavera y el verano). Es fácil de recorrer su pista ciclable o bike lane hasta el siempre masificado mirador del Bund (por las luces) e incluso proseguir hasta el Suzhou Creek (la desembocadura del río Wusong) que lleva el nombre de la ciudad histórica que predominaba en la región antes de la llegada de la todopoderosa Shanghái y atravesar, por ejemplo, el puente Waibaidu.

Durante el tratado comercial vigente en la segunda mitad del siglo XIX, la concesión británica se encontraba al norte del Wusong y la concesión americana al sur. Décadas más tarde, allá por 1937, los japoneses atacaron Shanghái y el mismo río sirvió de límite entre su concesión al norte y la concesión internacional al sur.

Y si os lo preguntáis, aún quedan restos de la guerra contra los japoneses allá por entonces. Resulta curioso que algunos restos de este turismo bélico sigan en pie y no hayan edificado encima o los hayan borrado de la faz de la tierra.

Si podéis, aprovechad a dar un paseo por este arroyo y encontraréis el almacén Sihang (testigo donde se pueden observar los agujeros de las bombas y la metralla del conflicto armado).

El almacén Sihang, frente del conflicto chino-japonés

Aunque pueda parecer cercano, llevaba su tiempo recorrer el trayecto. Reconozco que en momentos como ésos me alegraba de encontrar una bici por la calle. Yes! estáis leyendo bien: ‘encontrar una bici’…

La companía de bicicletas Ofo, las amarillas, se había expandido internacionalmente (incluso desembarcaron en Madrid). Exactamente en la época en la que llegué yo por China, la empresa llegó a quebrar y sus bicis quedaron en un limbo legal. Nadie las recogía ni las mantenía.

No se podían desencadenar mediante la app… la picaresca de muchos hizo que me fijara en que la gente no las candaba, las dejaban tiradas por la calle y luego buscaban si había otra libre.

Se puede decir que fueron viajes gratis, dentro de la legalidad, porque no había manera de poder alquilarlas (y nunca dejé el vehículo peor que lo encontré). Así pues, si oteaba una ofo amarilla sin el seguro puesto, tenía un viajecito inesperado sobre ruedas.

Así era más emocionante, sin prever qué me depararía el siguiente cruce (como en este gif).

La aventura es la aventura, es lo que siempre me digo, incluso si luego algún policía me paró por ver a un occidental en bici por Shanghái… lo volvería a hacer. Disfruto encontrando lugares con historia y si es en bici (y sin accidente como el del vídeo siguiente de la canción de Rudimental con Ella Eyre) ¡mejor que mejor!

‘I’ve been waiting all night for you to tell me
Tell me that you need me’

¡A rodar pues!

1B xoxo

El Camino #6: Retorno Uclesiano

¡Buenos días y buen camino!

Esta entrada me gustaría dedicarla a un camino que hice recientemente y que ha sido una prueba de superación (¿y cuál no lo es?). En esta ocasión me animé a realizar el Camino Santiaguista de Uclés, ergo, montar en bici desde Uclés a Madrid. Se le podría llamar el camino de Uclés 2.0, el regreso al camino que hice años atrás hasta los montes de Cuenca.

Era una espinita que tenía clavada y que al final he hecho con mi ‘nueva’ bicicleta: una BH Olympic de carretera de los años 80 de acero (eso sí, restaurada). De ésas que aguantan todo, como los Nokia de los 2000… ¿Quién dijo obsolescencia programada? jaja

Se podría decir que en esta ocasión podía asemejarse a una penitencia. No siempre se anima uno a cubrir cientos de kilómetros en plena ola de calor con temperaturas de más de 40 grados. Ya por todos es conocido que la Mancha es conocida por su frescor, ironía incoming.

En resumen, me tocó superar mis límites (eso sí, yendo siempre con cuidado e hidratándome a menudo). Ya había esperado bastante para volver al camino tras inundaciones, pandemia, etc. Una cosa estaba clara: no pensaba volver a posponerlo de nuevo.

La salida desde el monasterio de Uclés fue tranquila a la par de técnica (tocaba ir con mil ojos y percatarse de las partes de los senderos con terreno más compacto así como evitar las piedras que pudiesen hacer que pinchase las ruedas). Este problema se multiplica si, como servidor, vas con ruedas mixtas (pero finas) de carretera. Da igual que sean Schwalbe Marathon, en medio del campo cualquiera puede tener un pinchazo y el calor no era un buen aliado para mis cubiertas.

Pese a salir por la mañana (con la idea de no tener que hacer muchos kilómetros con la solana encima), tocó rodar entre caminos y carreteras secundarias bajo un sol de justicia. Tocaba aprovechar las fuentes y la poca sombra que encontraba.

Panorámica desde las alturas de Cuenca

Entre las novedades que os puedo contar, ver el trébol de Elidio o la nueva área de descanso junto al Bosque de los Peregrinos al estilo del bosque pintado de Oma. Se ve que Manuel Rossi, su creador se lo ha currado y mucho (y eso es de agradecer). Y si no, mirad el paso internacional bajo la carretera a la salida del pueblo conquense de Huelves ¡Menudo trabajazo!

La subida al Pelegrín picó tanto como la otra vez y tuve que poner pie a tierra. Los neumáticos patinaban y la seguridad es lo primero. Luego, junto a la cruz, un respiro y a admirar el paisaje.

Después de almorzar en Barajas de Melo tocaba continuar la ruta (con contratiempos como sitios donde sellar que no estaban abiertos). Ante estos problemillas uno ha de actuar y no quedarse quieto, pasar a otro pueblo o ver otras opciones.

Y esto me pasó más de una vez, se nota que en verano los horarios son más laxos. Por suerte, lo que nunca cierra es el camino en sí. Tocó remontar la vía verde de los 40 días desde Estremera y subir hasta Carabaña (¡y más sitios cerrados!). Imaginaos que no encontráis un albergue o que pincháis una rueda. Hay que aprovechar cada descanso y cada sombra, como bien hice en los túneles hacia Estremera.

Tras un refrigerio, había que pasar por Tielmes y recorrer la vía del Tajuña (la huerta madrileña) hasta Perales del Tajuña, donde me esperaban Ana y Virginia con su gatita Carolina en la Casita de Peregrinos (unos soles). Ojalá hubiese más hospitaleros/as como ellas.

Ya iba teniendo las piernas algo cansadas pero tocaba rodar con una meta: llegar a Morata para disfrutar de mi merecido desayuno de campeones, sus famosísimas palmeritas (una con chocolate fino y otra con fondant más grueso)… ¡Un delicioso manjar!

Tras el madrugón y esa exquisitez, era el turno de ascender por la última parte de la vía verde del Tajuña pasando por la antigua estación de Cornacabra, la cual cumplió con su función de transporte de personas y mercancías hasta bien entrada la década de los años cincuenta.

Coronada la ascensión junto a una cementera (ahí estoy, celebrando victorioso llegar a la cima con mi maillot de Otero), ya únicamente quedaba descender relajado a Arganda del Rey, tierra de recortadores. Tras la localidad de la Poveda, opté por ir por un desvío y atravesar el antiguo puente de la N-III para llegar a Rivas. Me encanta la experiencia de realizar un camino distinto e imprevisto. Ya os he narrado otras aventuras como mi inesperado epílogo a Fisterra o el cambio de camino del Norte al Inglés. A explorar se ha dicho, como Indiana Jones, y hacer el camino tuyo.

Poco quedaba ya hasta Madrid, o eso pensaba, pero el calor empezó a pegar de lo lindo. Era el momento de la épica emulando a Don Quijote y Sancho con las trincheras de la Guerra Civil (o de los maquis, según a quien preguntéis) como escenario de fondo o en la foto, la cueva de la Bruja antes de llegar al río Manzanares.

Me está quedando un relato un poco largo, lo sé y lo lamento, pero detallado también. Una vez veía que estaba llegando a la capital, una cosa estaba clara, me esperaba una cálida bienvenida en Madrid (et oui, ¡por las tórridas temperaturas! jeje) y sellar finalmente en la Iglesia de Santiago, ubicada en pleno casco histórico madrileño junto al Palacio Real.

Información para novatos/as: Si os interesa hacer el camino, podéis acercaros a esta iglesia y pedir la credencial. Hasta tienen días en que se reúnen para dar información y consejos sobre el camino.

Si una cosa he aprendido de esta epopeya es que incluso en los momentos de flaqueza uno puede sacar fuerzas y ser paciente, que la vida no es una carrera. Ante toda dificultad u obstáculo, hay que esperar que todo mejore. O al menos eso nos recuerda esta canción de James Blunt.

‘When every ship is going down
I don’t fear nothing when I hear you say:
– It’s gonna be okay’

Tras tan heroico viaje, tocó limpiar la bicicleta y tomarse un bien merecido descanso.

1B xoxo

El Camino #4: Bicigrino hacia Uclés

Muy buenas,

Hoy, con esta entrada, quiero recordar una promesa que hice a alguien muy querido que hoy no está entre nosotros. Pese a que no pueda leer estas palabras, he querido publicar esta entrada en su honor en el aniversario del que hoy sería su cumpleaños, el 16 Febrero.

Rebobinemos un poco. Hace tiempo supe de la existencia de una variante del Camino de Santiago que salía de Madrid hacia la serranía de Cuenca, acabando en un antiguo monasterio de la Orden de Santiago, el Camino de Uclés. Apenas unos 150 kilómetros debidamente señalizados intentando evitar carreteras campo a través. Aún precisaba de más información, así que leí un blog de su Asociación de Amigos y, tras varios mensajes, fui a recoger mi credencial a la casa del creador de esta peregrinación, Manuel Rossi, allá por Rivas.

Con las fechas ya pensadas y anunciadas para que me esperaran en el albergue, inicié mi nuevo camino (esta vez en bicicleta de montaña, porque desconocía la dificultad del terreno). Tocó madrugar y salir hacia el sur por el curso del Manzanares (el primero de muchos ríos que iba a ver) y seguir las flechas rojas con la cruz de Santiago ¡menuda labor la de pintar tantas indicaciones y construir/mantener los mojones kilométricos!

Primera parada matutina en Rivas para sellar. A continuación, encontrarme con varias personas pescando en la Laguna del Campillo. Fortuna la mía al encontrarme con una vagoneta por la vía del tren de Arganda, cruzando el río Jarama… Parecía una escena de western ¿eh? Lo siguiente ya lo conocía, pues era seguir la Vía Verde del Tajuña (otro río más) y su continuación por la Vía del tren de los 40 días hasta la población de Estremera, donde me quedaría a dormir. Por suerte, lo calculé bien y llegué al hospicio de la asociación al atardecer, a tiempo para una ducha y para cenar. Consejo para navegantes: reservad y llamad con tiempo para que haya alguien que os pueda abrir el albergue.

Una curiosidad, la vía de los 40 días que conecta Carabaña y Estremera (apenas 14 kilómetros) es llamada así por la celeridad con que se construyó en plena Guerra Civil para llegar al frente de la Batalla del Jarama.

Pese al agotamiento, a la mañana siguiente, tocaba rodar ya por tierras manchegas con la curiosidad de atravesar varios túneles. Conviene decir que a partir de aquí el camino se complica, se vuelve más solitario y esto lo vuelve más interesante. Ya todo era campo de labranza, rebaños de ovejas, etc… ¡atrás quedaba la vida cosmopolita!

Con mucha atención para no perder las señales, encontré el Bosque de Barajas de Melo (pintado como el de Oma en el País Vasco), disfrutando de la fresca sombra junto al río Calvache. Como cúlmen, os diré que logré subir hasta la Cruz del Pelegrín ¡Menudo castigo tirar de una bicicleta que pesaba un quintal por unas cuestas tan complicadas!

Ya en lo alto, tocaba descansar y dejar una concha como promesa. Ya quedaba menos para el final, lo anunciaba el Paso Internacional bajo la A-40. Ya en Huelves, tras cruzar el río Riánsares, tocaba subir para disfrutar las vistas del Monasterio de Uclés como horizonte no avecinaba la dificultad añadida de los últimos compases de la etapa. Tras un viaje con tantos altibajos, la última subida hasta el Monasterio se convirtió en un calvario. Las piernas apenas me respondían, está claro que soy humano.

Pero tanto sufrir tuvo su premio, lo reconozco. Al sellar la última casilla de la credencial, te quedas con una sensación de aventura culminada, de no faltar lo prometido y de recordar los caminos recorridos en la vida (como dice la sublime canción de The Head and the Heart).

‘Rivers and roads, rivers til I reach you’

Pese a las dificultades de la vida ¡que la fuerza os acompañe, pequeños padawans!

1B xoxo

À vélo sur les quais du Rhône et la Saône

Bonjour à tous,

Con cierta tardanza (debido a la vuelta a la rutina post-Reyes), traigo una nueva entrada para este blog y viene calentita porque voy a publicar uno de mis últimos planes navideños: rodar por las orillas lyonesas de los ríos Ródano y Saona (su principal afluente). Oui, mes amis, regresé a Lyon aunque fuese por unos días y dio mucho de sí, por lo deportivo, lo inesperado, etc. Un plan 100% recomendado ante las enormes ingestas de comida que todos tenemos entre Nochebuena, Navidad y Nochevieja, como mínimo.

Existe cierta leyenda romántica entre los dos ríos que bañan esta ciudad. Hasta os traigo una poesía callejera sobre éstos. En français, uno masculino (le Rhône) y otro femenino (la Saône), cómo se aproximan, cómo se unen y desembocan con fuerza en el Mediterráneo. Si hasta existen cruceros para recorrer sus aguas, yo no lo hice pero a lo mejor está bien.

Ni qué decir que también paré por las tiendas que ya conocía y que probé a visitar el mercadillo navideño y las luces (nada qué ver con les lumières pero también muy bonitas).

A continuación os dejo con unas panorámicas remontando la Saône (un conocido mío) por el carril bici, pasando por el Palacio de Justicia, la gruta del Hombre de la Roca, la Universidad de Bellas Artes o el Puente Schuman. Pero como mi entrada de hoy va de ríos, ¡al agua patos!

Vista de la pasarela del Palais de Justice

La pasarela del Homme de la Roche

El río Saona a su paso por el pont Schuman

Y como un río no es suficiente, pasemos brevemente al Rhône

El centro naútico, visto desde el puente de la Universidad

Si os animáis a descender un poco el Ródano hasta la zona de Confluences, mejor que mejor. Éste era un sitio que había quedado pendiente en mis otras visitas y menos mal que ya lo conocí. Si es que hasta tuve el honor de volver a encontrarme con mi león. Allí podréis visitar el Museo de las Confluencias (de Historia Natural y Sociedad) con su ubicación idónea dado que se encuentra en el lugar donde se unen estos dos monstruos de la naturaleza.

Para los amantes de la naturaleza, están los ríos, para los ciclistas, el rodar es suficiente ya sea por camino, por la infraestructura ciclista o por antiguas vías de ferrocarril que se empleaban para cargar y descargar los barcos que llegaban a esta ciudad tan importante. Por suerte, el puerto se trasladó y ahora este espacio ha ganado en cultura y en ámbito empresarial. Quizá no lo sepáis pero por las Confluencias hay también un pequeño Silicon Valley, con un montón de startups, canales de televisión (como Euronews), radio y hasta un palacio de congresos.

Por si os preguntáis qué otras cosas hay para visitar a golpe de pedal, os recomiendo que subáis el Saona hasta l’île Barbe (se entendería por algo así como la ‘isla salvaje’ ya que era ínsula bárbara, allí vivieron algunos pueblos bárbaros).

Vista de l’île de Barbe

Las vistas de esta isla son insuperables desde la orilla de Caluire-et-Cuire, la misma localidad a la que fui a ver a mis queridos Imagine Dragons. Como atracción turística, podéis acercaros al Mole (el belvedere desde el que podéis observar el río a su paso por la isla de los bárbaros) o seguir el paseo fluvial desde donde se tienen unas vistas preciosas del monasterio en la isla. Una pena que gran parte de este islote sea propiedad privada. Precaución con el río, puede que os pase como a mí y que ciertas partes de la orilla estén impracticables porque venía muy crecido, en parte, debido a las lluvias.

El nombre de esta isla proviene de una leyenda. Allí residía un rey bárbaro. Su hija, la princesa, quería casarse con un cristiano. La joven fue asesinada (lanzada desde la torre del castillo). Trágicamente, el padre se salió con la suya. ‘Romeo y Julieta’, versión bárbara.

Para los amantes de la historia del ciclismo, os he de presentar una sorpresita lyonesa:

La primera etapa de la historia del Tour de France, allá por 1903, tuvo un gran recorrido (de París a Lyon). El vencedor fue Maurice Garrin y llegó a la meta el 2 de Julio.

Con la placa del primer Tour de Francia (1903)

Para vuestra información, su recorrido fue larguísimo… ¡470 kilómetros! y los hicieron en aproximadamente 18 horas (incluso llegando a rodar durante la noche).

Podría tratarse de una ruta llana pero, desde la experiencia, os digo que se hace eterno. Más aún sabiendo que estos superhombres completaron el tour con bicicletas que pesaban alrededor de 20 kg.

Si queréis descubrir este pedazo de la historia de la bicicleta, os informo de que la placa situada en la antigua meta se encuentra en el Quai d’Arloing, 33.

¡Fue un placer dar con esta joya histórica!

Más aún porque estábamos disfrutando como peques yendo por su envidiable infraestructura ciclista, hasta un túnel para ir de un río a otro sin cuestas innecesarias (le tunnel de la Croix-Rousse). Ya sabéis que me da por juzgar carriles bici y eso. Cada uno tiene sus aficiones. Es una buena manera de recorrer la ciudad y encima saludable, para nosotros y para los demás. No contaminemos innecesariamente…

Me despido con esta canción de Orelsan con colaboración de Stromae. El tiempo de lluvia, frío y viento me hizo pensar en su letra y ¡para qué negarlo! a veces, me puse a cantarla mientras paseaba o rodaba por la ciudad lyonesa.

‘Si j’suis parti, c’est parce que j’avais peur de rouiller
Trempé, j’aurais jamais pensé
Qu’le mauvais temps finirait par me manquer.
Il fait quand même beau!’

Y hasta aquí, mon noël lyonnais!

1B xoxo