Rolando na ria de Aveiro

Bom dia!

¿Cómo está siendo el veranito? Espero que bueno, con un tiempazo y descansando (que es gerundio). Yo, en esta ocasión, me he decantado por publicar mi viaje por Aveiro, localidad portuguesa célebre por sus los ovos moles (dulce típico cuya receta que consiste en una crema de yemas de huevo dentro de una oblea como las de la comunión).

Información para navegantes, esta ciudad es conocida como la Venecia portuguesa (nada que envidiar a otras ‘venecias’ como Sète y Brujas). Podréis visitar sus lindos canales, deleitaros con sus barcas, las moliceiras, con sus dibujos y detalles (como el del retrato de Cristiano Ronaldo). Otros lugares destacables de este ciudad costera son sus puentes, véase el simbólico ponte dos Laços de Amizade (un puente que homenajea la importancia de las amistades al estilo del Pont des Arts parisino) o el ponte dos Carcavelos.

Aunque con su pequeño centro urbano y sus entramado de canales quizás tengáis suficiente, yo necesitaba más y alquilé una bicicleta para recorrer sus salinas y llegar hasta la costa atlántica. Afortunadamente, se respiraba el salitre de los montículos extraídos de estos campos de agua salada. Es innegable que los portugueses viven de cara al mar con tantas playas.

Adoro las dos ruedas, no lo puedo negar. Si tengo la opción de poder dar un paseo (por pequeño que sea) y conocer diferentes rincones que me sería más difícil de visitar a pie, no lo dudo así que ¡tris tras! a rodar… como hice también cuando visité la duna de Pilat. o la ciudad de Lyon.

 

Vista de la ría de Aveiro

¡Qué puedo contaros! Menudo gustazo continuar la vía verde a lo largo de la ría hasta la praia de Barra con su faro. Los veranos y los faros ¿qué tendrán? (link con Cap Ferret) La ruta me trajo recuerdos de mi paso por Santoña y Laredo durante mi camino xacobeo o de los atardeceres junto al faro de Finisterra. Ni falta hace decir que la melodía de ‘Verano azul’ estaba en replay

Como moraleja, no os privéis de tomar el manillar y descubrir parajes tan idílicos como éstos. Servidor ya se va marchando con este animado vídeo del grupo Portugal. The Man.

‘I’m a rebel just for kicks now, let me kick it like it’s 1986 now!’

Aproveitem! (¡Disfrutad! en portugués)

1B xoxo

El Camino #6: Retorno Uclesiano

¡Buenos días y buen camino!

Esta entrada me gustaría dedicarla a un camino que hice recientemente y que ha sido una prueba de superación (¿y cuál no lo es?). En esta ocasión me animé a realizar el Camino Santiaguista de Uclés, ergo, montar en bici desde Uclés a Madrid. Se le podría llamar el camino de Uclés 2.0, el regreso al camino que hice años atrás hasta los montes de Cuenca.

Era una espinita que tenía clavada y que al final he hecho con mi ‘nueva’ bicicleta: una BH Olympic de carretera de los años 80 de acero (eso sí, restaurada). De ésas que aguantan todo, como los Nokia de los 2000… ¿Quién dijo obsolescencia programada? jaja

Se podría decir que en esta ocasión podía asemejarse a una penitencia. No siempre se anima uno a cubrir cientos de kilómetros en plena ola de calor con temperaturas de más de 40 grados. Ya por todos es conocido que la Mancha es conocida por su frescor, ironía incoming.

En resumen, me tocó superar mis límites (eso sí, yendo siempre con cuidado e hidratándome a menudo). Ya había esperado bastante para volver al camino tras inundaciones, pandemia, etc. Una cosa estaba clara: no pensaba volver a posponerlo de nuevo.

La salida desde el monasterio de Uclés fue tranquila a la par de técnica (tocaba ir con mil ojos y percatarse de las partes de los senderos con terreno más compacto así como evitar las piedras que pudiesen hacer que pinchase las ruedas). Este problema se multiplica si, como servidor, vas con ruedas mixtas (pero finas) de carretera. Da igual que sean Schwalbe Marathon, en medio del campo cualquiera puede tener un pinchazo y el calor no era un buen aliado para mis cubiertas.

Pese a salir por la mañana (con la idea de no tener que hacer muchos kilómetros con la solana encima), tocó rodar entre caminos y carreteras secundarias bajo un sol de justicia. Tocaba aprovechar las fuentes y la poca sombra que encontraba.

Panorámica desde las alturas de Cuenca

Entre las novedades que os puedo contar, ver el trébol de Elidio o la nueva área de descanso junto al Bosque de los Peregrinos al estilo del bosque pintado de Oma. Se ve que Manuel Rossi, su creador se lo ha currado y mucho (y eso es de agradecer). Y si no, mirad el paso internacional bajo la carretera a la salida del pueblo conquense de Huelves ¡Menudo trabajazo!

La subida al Pelegrín picó tanto como la otra vez y tuve que poner pie a tierra. Los neumáticos patinaban y la seguridad es lo primero. Luego, junto a la cruz, un respiro y a admirar el paisaje.

Después de almorzar en Barajas de Melo tocaba continuar la ruta (con contratiempos como sitios donde sellar que no estaban abiertos). Ante estos problemillas uno ha de actuar y no quedarse quieto, pasar a otro pueblo o ver otras opciones.

Y esto me pasó más de una vez, se nota que en verano los horarios son más laxos. Por suerte, lo que nunca cierra es el camino en sí. Tocó remontar la vía verde de los 40 días desde Estremera y subir hasta Carabaña (¡y más sitios cerrados!). Imaginaos que no encontráis un albergue o que pincháis una rueda. Hay que aprovechar cada descanso y cada sombra, como bien hice en los túneles hacia Estremera.

Tras un refrigerio, había que pasar por Tielmes y recorrer la vía del Tajuña (la huerta madrileña) hasta Perales del Tajuña, donde me esperaban Ana y Virginia con su gatita Carolina en la Casita de Peregrinos (unos soles). Ojalá hubiese más hospitaleros/as como ellas.

Ya iba teniendo las piernas algo cansadas pero tocaba rodar con una meta: llegar a Morata para disfrutar de mi merecido desayuno de campeones, sus famosísimas palmeritas (una con chocolate fino y otra con fondant más grueso)… ¡Un delicioso manjar!

Tras el madrugón y esa exquisitez, era el turno de ascender por la última parte de la vía verde del Tajuña pasando por la antigua estación de Cornacabra, la cual cumplió con su función de transporte de personas y mercancías hasta bien entrada la década de los años cincuenta.

Coronada la ascensión junto a una cementera (ahí estoy, celebrando victorioso llegar a la cima con mi maillot de Otero), ya únicamente quedaba descender relajado a Arganda del Rey, tierra de recortadores. Tras la localidad de la Poveda, opté por ir por un desvío y atravesar el antiguo puente de la N-III para llegar a Rivas. Me encanta la experiencia de realizar un camino distinto e imprevisto. Ya os he narrado otras aventuras como mi inesperado epílogo a Fisterra o el cambio de camino del Norte al Inglés. A explorar se ha dicho, como Indiana Jones, y hacer el camino tuyo.

Poco quedaba ya hasta Madrid, o eso pensaba, pero el calor empezó a pegar de lo lindo. Era el momento de la épica emulando a Don Quijote y Sancho con las trincheras de la Guerra Civil (o de los maquis, según a quien preguntéis) como escenario de fondo o en la foto, la cueva de la Bruja antes de llegar al río Manzanares.

Me está quedando un relato un poco largo, lo sé y lo lamento, pero detallado también. Una vez veía que estaba llegando a la capital, una cosa estaba clara, me esperaba una cálida bienvenida en Madrid (et oui, ¡por las tórridas temperaturas! jeje) y sellar finalmente en la Iglesia de Santiago, ubicada en pleno casco histórico madrileño junto al Palacio Real.

Información para novatos/as: Si os interesa hacer el camino, podéis acercaros a esta iglesia y pedir la credencial. Hasta tienen días en que se reúnen para dar información y consejos sobre el camino.

Si una cosa he aprendido de esta epopeya es que incluso en los momentos de flaqueza uno puede sacar fuerzas y ser paciente, que la vida no es una carrera. Ante toda dificultad u obstáculo, hay que esperar que todo mejore. O al menos eso nos recuerda esta canción de James Blunt.

‘When every ship is going down
I don’t fear nothing when I hear you say:
– It’s gonna be okay’

Tras tan heroico viaje, tocó limpiar la bicicleta y tomarse un bien merecido descanso.

1B xoxo

El Camino #4: Bicigrino hacia Uclés

Muy buenas,

Hoy, con esta entrada, quiero recordar una promesa que hice a alguien muy querido que hoy no está entre nosotros. Pese a que no pueda leer estas palabras, he querido publicar esta entrada en su honor en el aniversario del que hoy sería su cumpleaños, el 16 Febrero.

Rebobinemos un poco. Hace tiempo supe de la existencia de una variante del Camino de Santiago que salía de Madrid hacia la serranía de Cuenca, acabando en un antiguo monasterio de la Orden de Santiago, el Camino de Uclés. Apenas unos 150 kilómetros debidamente señalizados intentando evitar carreteras campo a través. Aún precisaba de más información, así que leí un blog de su Asociación de Amigos y, tras varios mensajes, fui a recoger mi credencial a la casa del creador de esta peregrinación, Manuel Rossi, allá por Rivas.

Con las fechas ya pensadas y anunciadas para que me esperaran en el albergue, inicié mi nuevo camino (esta vez en bicicleta de montaña, porque desconocía la dificultad del terreno). Tocó madrugar y salir hacia el sur por el curso del Manzanares (el primero de muchos ríos que iba a ver) y seguir las flechas rojas con la cruz de Santiago ¡menuda labor la de pintar tantas indicaciones y construir/mantener los mojones kilométricos!

Primera parada matutina en Rivas para sellar. A continuación, encontrarme con varias personas pescando en la Laguna del Campillo. Fortuna la mía al encontrarme con una vagoneta por la vía del tren de Arganda, cruzando el río Jarama… Parecía una escena de western ¿eh? Lo siguiente ya lo conocía, pues era seguir la Vía Verde del Tajuña (otro río más) y su continuación por la Vía del tren de los 40 días hasta la población de Estremera, donde me quedaría a dormir. Por suerte, lo calculé bien y llegué al hospicio de la asociación al atardecer, a tiempo para una ducha y para cenar. Consejo para navegantes: reservad y llamad con tiempo para que haya alguien que os pueda abrir el albergue.

Una curiosidad, la vía de los 40 días que conecta Carabaña y Estremera (apenas 14 kilómetros) es llamada así por la celeridad con que se construyó en plena Guerra Civil para llegar al frente de la Batalla del Jarama.

Pese al agotamiento, a la mañana siguiente, tocaba rodar ya por tierras manchegas con la curiosidad de atravesar varios túneles. Conviene decir que a partir de aquí el camino se complica, se vuelve más solitario y esto lo vuelve más interesante. Ya todo era campo de labranza, rebaños de ovejas, etc… ¡atrás quedaba la vida cosmopolita!

Con mucha atención para no perder las señales, encontré el Bosque de Barajas de Melo (pintado como el de Oma en el País Vasco), disfrutando de la fresca sombra junto al río Calvache. Como cúlmen, os diré que logré subir hasta la Cruz del Pelegrín ¡Menudo castigo tirar de una bicicleta que pesaba un quintal por unas cuestas tan complicadas!

Ya en lo alto, tocaba descansar y dejar una concha como promesa. Ya quedaba menos para el final, lo anunciaba el Paso Internacional bajo la A-40. Ya en Huelves, tras cruzar el río Riánsares, tocaba subir para disfrutar las vistas del Monasterio de Uclés como horizonte no avecinaba la dificultad añadida de los últimos compases de la etapa. Tras un viaje con tantos altibajos, la última subida hasta el Monasterio se convirtió en un calvario. Las piernas apenas me respondían, está claro que soy humano.

Pero tanto sufrir tuvo su premio, lo reconozco. Al sellar la última casilla de la credencial, te quedas con una sensación de aventura culminada, de no faltar lo prometido y de recordar los caminos recorridos en la vida (como dice la sublime canción de The Head and the Heart).

‘Rivers and roads, rivers til I reach you’

Pese a las dificultades de la vida ¡que la fuerza os acompañe, pequeños padawans!

1B xoxo

¡Madrid sí es lugar para bicicletas!

¡Buenos días, ciclistas!

Últimamente estoy animándome a coger la bici y rodar por diferentes carriles bici o por caminos entre localidades. Eso sí, me costó volver a coger el ritmo sobre las dos ruedas (y luego dicen que todo es tan sencillo como ir en bicicleta, ¡coser y cantar, claro!)

Hace poco, decidí ir a la Fiesta de la Bicicleta de Carabanchel Alto, la cual se celebra en el Pinar de San José (gracias a la insistencia de las asociaciones de vecinos) pasando por el futuro parque de Manolito Gafotas (si es que finalmente se construye) y por el casco antiguo del barrio. Es una gran iniciativa para poner Carabanchel en el mapa por algo más que por la antigua prisión, ya demolida en la actualidad.

Si queréis hacer kilómetros, mejor el Anillo Verde Ciclista de Madrid. Se trata de un circuito de 64 kilómetros que rodea la almendra madrileña. Si a esto le sumas lo que recorras hasta llegar al anillo puede que hagas más de 70 kms como me sucede a mí (y eso que yo suelo hacer la unión por Madrid Río y el Parque Lineal del Manzanares).

Salida de la Casa de Campo

Su recorrido pasa por la Casa de Campo, hasta el barrio de Mirasierra, con alguna subida que te hace esforzarte (me viene a la cabeza la cuesta de Montecarmelo, no sé) para luego cruzar las vías del Renfe por un túnel, rodear el kilómetro cero ciclista y seguir por Las Tablas y el barrio de Hortaleza. Más adelante, continuar junto a la Peineta (o Wanda Metropolitano) y bajar más hasta Moratalaz, Vallecas, El Pozo y la ribera del Manzanares ¡Tened cuidado con los túneles! A veces hay poca visibilidad, os recomiendo que vayáis con iluminación. El anillo continuaría por Orcasitas, Carabanchel (esta vez por San Francisco), Aluche y, de nuevo, la Casa de Campo. Por algo es una ruta circular ¿no?

Para aquellos que ya conocen de sobra este circuito ciclista, hay variantes hacia otros municipios. En mi caso, quise probar e ir en bici por una Ruta Pseudo-Quijotesca hasta Alcalá de Henares (aprox. 50 kms). Desviándome del Anillo Verde por Vicálvaro, decidí seguir por Coslada, San Fernando de Henares, con un buen tramo campo a través, dando con caminos impracticables y cotos privados de caza (me gusta el riesgo) hasta dar con una salida vía la orientación o gracias al GPS.

Hoy día, hay infinidad de carriles bici urbanos, algunos separados de la circulación de coches y motos, otros de manera compartida. A algunos ciclistas no les convence la idea de ir con la presión de un coche o comiéndose el humo de los tubos de escape, les entiendo. Para ello, también hay vías ciclistas segregadas como la que conecta el Retiro (vía O’Donnell) por el Pirulí de TVE hasta el Anillo Verde en su tramo por Moratalaz.

Con la idea de ganar ritmo sobre las ruedas, quise comprobar nuevos carriles como el de la Calle Toledo y el Paseo de Paseo de Moret (por Moncloa). Adentrándome en el Parque del Oeste y continuar por la vía del Campus de Ciudad Universitaria hasta la Dehesa de la Villa (menuda subidita final tiene, como el Alpe d’Huez).

Anotación posterior. Tras cierto tiempo rodando con cierta asiduidad he comprobado que existe un dilema en lo referente a la circulación ciclista. Si están bien los carriles segregados, si con solo pintarlos es suficiente o si es necesaria una obra mayor con bolardos o bordillos, si la infraestructura es insuficiente para incitar a que practiquemos esta modalidad de desplazamiento (con carriles sándwich peligroso que no dan seguridad) e incluso que en los carriles compartidos (con su shared lane marking o sharrow, ‘arrow’ es por la flecha) se puede circular con tranquilidad. Son opiniones, comprendo el dilema pero, ante todo, todos somos amantes de la bici ¿no será mejor lo que nos une que lo que nos separa?

Por cierto, si circuláis por un sharrow madrileño, id por el medio del carril, no os dejéis engañar por ningún conductor con que se debe ir a la derecha (como si de una vía interurbana se tratase) ¡y respetad las normas o no nos respetarán a nosotros!

También podéis descubrir las Vías Verdes (como las francesas), esta vez por la Comunidad de Madrid. Por ejemplo, la Vía del Guadarrama sale de Móstoles-El Soto por su puente de metal, o  la Vía del Tajuña que comienza en Arganda del Rey, atravesando Morata de Tajuña, Tielmes, Carabaña y Ambite (entre otras localidades). Si os sentís con fuerzas, podéis tomar un desvío antes de llegar a entrar en Carabaña y culminar la Vía del Tren de los 40 días hasta Estremera.

Si aún tenéis ganas de más, podéis adentraros en el Carril Bici del Norte, que va por Colmenar Viejo hasta Soto El Real. La primera vez que lo quise recorrer acabé quedándome por el Campus de la Universidad Autónoma en Cantoblanco (falta de tiempo). Conviene salir desde Montecarmelo. La entrada a la vía ciclista es algo complicada si no la conocéis. Serían alrededor de unos 67 kilómetros entre ida y vuelta.

Si queréis hacer rodillo y mejorar vuestra cadencia, tengo la ruta idónea. Incluso para los novatos, porque yo lo fui. Podéis seguir la ribera del Manzanares hasta Perales del Río, y allí tomar el Carril Bici Sur hasta San Martín de la Vega. Apenas hay una subida hasta el Alto de la Marañosa, luego un largo descenso hasta San Martín (junto a la Warner). Otra opción sería rodear Perales y, si eso, subir el Cerro de los Ángeles (Getafe). Hay multitud de opciones.

Hace años quise comprobar si podía llegar desde Madrid hasta los límites del Sur de Madrid con la provincia de Toledo, llamémosla mi Ruta Quasi-Toledana (alrededor de 50 kilómetros). Saliendo desde el mismo Pinar de San José (aquel que mencioné al comienzo de la entrada), cruzando hasta Leganés, continuando junto al Parque de Polvoranca y atravesando una senda natural hasta Fuenlabrada (ahí conviene dirigirse hasta el campo de fútbol de la afueras) y tomando otro camino hasta Parla. Ya en Parla, tocaba seguir su carril bici (hasta tienen un circuito de velocidad y de obstáculos) y salir campo a través hacia Torrejón de Velasco. A partír de ahí, sólo quedan apenas unas pequeñas urbanizaciones como la Dehesa de Moratalaz hasta llegar a Yeles e Illescas (ya en la provincia toledana).

Sólo me queda por decir que espero que haya más aventuras por conquistar: completar el carril bici de Colmenar Viejo hasta Soto el Real (y más allá) o la Vía Verde de la Jara (en Talavera de la Reina). Siempre hemos de ponernos nuevas metas, cual aventurero.

Rodar y rodar, dando con lugares tan preciosos es ¡fabuloso! Y encima si lo hacemos gracias a nuestras pedaladas, será un doble recompensa por testar nuestros límites y porque haremos mucho bien al medioambiente al evitar generar polución innecesariamente. Con toda sinceridad, es adictivo y es que si por uno fuera no pararía de rodar y sentir esa libertad como dice este mix de Mike Tompkins.

‘With you I feel again… The dog days are over, the dog days are done…’

Consejo desde la experiencia: aunque vayáis con mapa, geolocalización, etc. ¡atención a los caminos! y procurad ir bien preparados con agua, algo de comida, documentación, herramientas y dinero. Mejor que sobre a que falte.

1B xoxo

Les voies vertes cyclistes de la Bourgogne

Bonjour biciclófilos,

Esta entrada es idónea para todo amante de las dos ruedas. Como preveo no realizar una aventura ciclista hasta que vuelva la florida primavera, voy a publicar algunos recorridos que hice durante mi estancia en Chalon, siguiendo los antiguos trazados ferroviarios.

Comenzaré mi tour à vélo por el Canal du Centre que comunicaba mi ciudad con la vecina Chagny, siguiendo el transcurso del canal que une los ríos Saone y Loira. Apenas 20 kms bastante llanos, salvo por alguna que otra esclusa que permitía el paso a nivel de los barcos de pequeño tamaño. Me quedé alucinado con el funcionamiento de las écluses. Un hombre me explicó cómo subía el barco dejando pasar el agua para que se estabilizara al nivel siguiente y abrir la puerta para continuar su viaje.

La continuación de dicha ruta era la Voie des Vignes (o vía de las viñas) desde Santenay hasta Beaune. Yo me limité a seguir apenas otros 23 kms y regresar en tren. Recuerdo un trazado muy liviano, con suaves curvas a través de los viñedos. Más de una vez pensé que no llegaba a la meta. Ni qué decir que para estas salidas conviene ir provisto de comida y agua.

Entrando en los vignobles

Más tarde, me animé a pasar un día completo de bicicleta en dirección opuesta, continuando la voie verte hasta Cluny, ida y vuelta (¡ojo! que fueron unos 105 kms). Esta aventura pasé a llamarla el Tour Clunisien. Fue un poco locura el plan.

Salí de madrugón, rodé por la antigua vía férrea y atravesé varias pequeñas estaciones ahora convertidas en apeaderos para los ciclistas con oficinas de turismo, bares, etc. Yo llegué hasta la entrada del túnel de Bois Clair (cerrado parte del año para no molestar a los murciélagos). Si hubiese seguido subiendo el puerto de montaña habría terminado la aventura en Mâcon. Esa no era mi idea, así que retrocedí y paré en Cluny a comer y visité la Comunidad de Taizé (me habían comentado que era un espacio religioso y multicultural que acogía a gente para meditar o desconectar).

Bonitos recuerdos me llevo de estas aventuras. Son algunas de mis memorias en bicicleta. Me despido con el vídeo ciclista por antonomasia: ‘Verano Azul’.

¡Ahora silbemos todos junto con la pandilla televisiva más reconocida!

1B xoxo