El Camino #7: Baztango eta Euskal Herriko Donejakue Bidea

¡Egun on, peregrinos!

En esta ocasión me gustaría relatar mi verano peregrino. Vuelvo a las andadas, nunca mejor dicho y el camino es mi manera de recargar las pilas. Ya he hecho varios, sí, pero nunca había entrado en España andando así que era el momento.

Este camino más vasco no podía ser, empezando en la costa del Pays Basque français para cruzar los Pirineos y descender por Navarra. Y para culminarlo, iniciar otro camino en Euskadi, entre Guipúzcoa y Álava. A continuación, os cuento los detalles:

La aventura comenzó con el Camino Baztanés en la playa de Anglet, con el océano como telón de fondo. Imprescindible pasar por Bayona (recomiendo el nuevo albergue o réfuge Saint-Jacques, ubicado en pleno centro de la ciudad). Después tocó remontar el río Nive hasta los Pirineos, descubriendo Ustaritz (con el Instituto Cultural Vasco), Espelette (hogar de los famosos pimientos) o el Col de Pinodieta para descender a Ainhoa.

Hubo etapas con dificultades de alojamiento (sin albergue o gîte d’étape) al no ser un camino muy conocido pero paisajísticamente rivalizaría con el camino Primitivo. Tiene un montón de parajes incontournables y rutas como el GR-10 (camino de gran recorrido que cruza la cordillera pirenaica desde el Atlántico al Mediterráneo) o la senda de los contrabandistas (que se usaba para evitar la policía fronteriza).

Allí también encontraréis la ruta del pottok azul (pottok significa pequeño caballo y esta especie de poney/poni únicamente se encuentra al oeste de los Pirineos) y si tenéis suerte y no os perdéis con la señalización, podréis ver en persona las antiguas aduanas francesas por Dantxarinea, hoy en desuso tras la llegada del espacio Schengen ¡Aún queda tanto por aprender y descubrir!

Además, aquí tenéis el plus de entrar en España, por el histórico Reino de Navarra y atravesar los valles del Baztán, primero, y de Anué, después.

Allí el camino lleva por unos hayedos preciosísimos que resisten pese a la ola de calor que hemos padecido y unas localidades preciosísimas como Urdax (con su monasterio-albergue o su refugio de animales Trikuharry, donde por suerte nos sirvieron algo de comer. ¡Milesker o gracias!) o Elizondo (conocida por la trilogía de Dolores Redondo), etc.

Esta variante es un verdadero sube y baja, con miradores que quitan el hipo (como el de la Venta de San Blas) y castillos, como el de Amaiur, que vale la pena visitar.

La verdad que el camino puede resultar algo solitario. Por suerte, se juntó un pequeño grupo, con abandonos incluidos. Las etapas no eran sencillas que se diga (por ejemplo, ascendiendo a puertos como el de Otsondo o Belate, descendiendo luego hasta el antiguo monasterio de Belate).

Descansar en los albergues de Berroeta (encima de un frontón) u Olagüe así como el brebaje vasco a base de coca cola (a lo pócima de los galos) vino de perlas para no sucumbir y afrontar como se podía la canícula por esos lares.

Por desgracia, una vez esta ruta llegaba a Trinidad de Arre uno se topaba con la marabunta del camino francés como ya me pasó en León. Eso sí, fue un puntazo poder dormir en el albergue de Arre, en un hospital de peregrino del siglo XI. La continuación era más sencilla, pasando por Villava (pueblo del maestro de la bicicleta Miguel Induráin, ¡viva el ciclismo!) y entrando en Pamplona por el puente de la Magdalena.

Allí tocó descansar un poco (turisteando y visitando los jardines de la Taconera con sus ciervas) y cuidar los maltrechos pies en el albergue Jesús y María (antiguo seminario episcopal) para lo que venía encima. Un nuevo camino estaba a la vuelta de la esquina y se aproximaba cual toro en los célebres Sanfermines, Ya podía recargar las pilas porque lo iba a necesitar.

Breve pit stop en Pamplona

En Iruña decidí tomar un bus para comenzar otro camino lejos del gentío. Mi viaje me llevó a Donosti en su Semana grande o ‘Aste nagusia’, así que tocó aguantar mareas de personas pero a la vez disfrutar de sus fiestas y fuegos artificiales. Y bueno, nunca viene mal volver a pasar por un sitio donde ya estuviste… Aún recordaba mi breve paso por San Sebastián en el camino del Norte. En esta ocasión no quise desaprovechar la oportunidad de pasear descalzo por la playa de la Concha o de degustar unos pintxos en su casco viejo.

Y la pausa se acabó. Tocaba agarrar la mochila. En esta ocasión, en mi búsqueda de tranquilidad, opté por descubrir el Camino Vasco Interior que remonta el río Oria y transita por localidades guipuzcoanas tan reputadas como Hernani.

La mala fortuna quiso que hubiera fiestas en cada pueblo por el que el camino pasaba como sucedió en Andoain (al menos el albergue estaba abierto, por suerte lo gestiona la policía). Allí por ejemplo, tras una etapa qué mejor que utilizar las cintas eléctricas para subir las cuestas y como colofón para descansar… sumar kilómetros a las piernas para ir a ver el puente de Unanibia (también llamado ‘puente de las brujas’).

Espiritualmente, fue un camino bastante solitario (por ejemplo: recorriendo los bidegorris o carriles bici) pero idóneo si queréis alejaros del tumulto. Podéis aprovechar los kilómetros para pensar, jugar en sus frontones o incluso apreciar la cultura vasca.

Por ejemplo, ¿sabíais de la existencia del eguzkilore o flor del sol? Pues era una flor que ponían antiguamente en sus puertas para proteger sus hogares. Hoy está protegida y está terminantemente prohibido cortarlas para este uso.

También pude ver muchos lauburus o la cruz vasca que simbolizaría el movimiento, las etapas del sol o las edades del hombre. Muchos piensan también que se trata de una cruz celta o tetrasquel/cuatrisquel (y puede que sus orígenes sean celtas o germanos, ¿quién sabe?) pero el lauburu es el símbolo más representativo de la cultura vasca. Eso está claro.

El camino luego lleva por lugares históricos como Tolosa (nada que ver con la tolosa francesa, je suis désolé), En Ordizia se puede apreciar un enorme mercado cubierto en la plaza mayor. Pocos kilómetros después, se llega a Beasain, donde hay un albergue de los que te quedas embelesado en un antiguo molino. Y dicho albergue es de donativo, que no significa gratuito.

Esas sorpresas te dan energía, como un buen quesito de Idiazábal, para afrontar la etapa reina de este camino saliendo de Zegama (tras una merecida parada en su albergue, una casa pasiva o passivhaus) para atravesar el Parque Natural de Aizkorri-Aratz por el majestuoso túnel de San Adrián. Hito difícil de superar, aunque se puede comparar con la etapa de la ascensión al Puerto de Pajares en el Salvador.

Este túnel es una maravilla geológica. Un paso natural que abrió la cordillera montañosa y permite cruzarla (en mi caso, entrando por Guipúzcoa y saliendo por Álava). Dicha cueva sirvió como refugio y fue utilizada por poblaciones prehistóricas, celtas, íberas y hasta romanas (como pruebas la calzada romana a la salida de la cueva o los dólmenes que salpican la comarca). En su interior os podréis deleitar con su ermita.

Tras tanto sube baja, se llega a Zalduondo y se puede dormir en el albergue junto al cementerio (nota: no tienen más servicios así que llevad provisiones). La última parte de este camino puede parecer monótona… pero si uno se desvía para visitar el Dolmen de Sorginetxe (saliendo de Salvatierra/Aguráin) o el Castro de Henaio (antes de entrar en Alegría/Dulantzi) no lamentará ese añadido porque estos parajes son fantásticos. Y os lo dice uno que pudo ver con sus propios ojitos la maravilla de Stonehenge. Tenemos que apreciar más nuestros tesoros nacionales.

Y si hacer esos kilómetros de más os han dejado sin fuerzas, siempre podéis comer una goxua (una variante de la crema catalana con nata, bizcocho, crema pastelera y su caramelo líquido). Sweeter impossible!

Y quemando las etapas (simbólicamente), tocaba atravesar la Llanada Alavesa, con sus eternos campos de cereales, girasoles y huertas por doquier. Un paisaje totalmente distinto al que venía siendo habitual al otro lado de las montañas. El final en Vitoria/Gasteiz un plus, con su almendra o casco histórico, un lujo poder culminar el camino en tan linda villa y poder conocer su historia.

‘Porque Vitoria es un punto… ¡el punto sobre la Historia!’

Cuánto daño ha hecho Telemadrid, lo lamento jeje

Y el camino llegó a su fin, por el momento

Bueno no puedo despedirme sin dedicar una canción al camino y lo que me ha evocado: el ir y venir; salir de la ruta y hacer el camino más propio y único o también explorar lugares sorprendentes como los de arriba. Disfrutad de este éxito de Álvaro de Luna.

‘A veces voy, a veces vengo.
En el camino me entretengo’

Espero que os haya picado el gusanillo de hacer el camino o bien de ver estos lugares.

¡Buen camino!

1B xoxo